Alone
Últimamente todos me dejan solo. Creo que voy derecho a mi destino. Y lo peor es que voy feliz a el. A su encuentro solitario y decisivo. A su madriguera de recuerdos y sueños hechos y otros no. El mayor de los abandonos se deja ver entre las sombras de una noche estrellada en medio de cerros y quebradas. Cómo he de extrañar a quién quise siempre ver y nunca pude hacerlo. Tal vez iré imaginando su rostro y su cuerpo en ciertas fronteras cercanas. Y quizás hasta pase a su lado sin saber que un sueño construía con su voz y sus letras.
La sensibilidad de un cuerpo solitario se desprende de la garganta y se desplaza hacia la espalda. Se queda como aire en las venas y te mata muy lento. Aniquilando el flujo de amor que construías en secreto y que no llegó a ser un lindo final. Es el sino de los hombres. El sino de un hombre de amplia sonrisa y grandes manos. Atribuirse la existencia a la gama de modelos culturales y con ellos hacer normal cada porrazo en suelos húmedos y aires secos. Tal vez no exista tiempo alguno para lamentaciones o llantos. Es casi tan profundo esto que es mejor dejarlo en secreto. Dejarlo para las páginas de un libro o para algunas gotas que escapen del corazón.
Y no es ningún desconocido camino éste en dirección hacia la búsqueda de un árbol perdido en medio del árido desierto. Es un juego de sabidas reglas. De azarosa planificación. Es una máquina construida antes de tu vida que determina el color de tus ropas y la apariencia de tus deseos. Caminata que patea piedras y echa sus manos al bolsillo. Así se llama. Y no soy bueno para su recorrido. Nunca lo he sido. Cuando he visto sus senderos endurecerse huyo despavorido hacia la seguridad de cualquier perfume. Pero ahora el reloj de la moral indica que no es tiempo para correr ni para destrozar todo y transformar.
Cómo mierda aborrezco esto. No creo que tenga incluso un juego de colores para imaginar cómo detesto esta sensación de pertenencia ninguna. Siempre me ha ido mal con ella. Siempre terminé botado en las orillas de los pies descalzos, o sumergido en las sábanas de la fría comodidad. Y hoy ni siquiera me es permitido cortar mi barba o mi cabello.
Me duelen los ojos. No tengo una razón. Tengo una construcción, pero ésta se aleja a sus propias transformaciones.
La sensibilidad de un cuerpo solitario se desprende de la garganta y se desplaza hacia la espalda. Se queda como aire en las venas y te mata muy lento. Aniquilando el flujo de amor que construías en secreto y que no llegó a ser un lindo final. Es el sino de los hombres. El sino de un hombre de amplia sonrisa y grandes manos. Atribuirse la existencia a la gama de modelos culturales y con ellos hacer normal cada porrazo en suelos húmedos y aires secos. Tal vez no exista tiempo alguno para lamentaciones o llantos. Es casi tan profundo esto que es mejor dejarlo en secreto. Dejarlo para las páginas de un libro o para algunas gotas que escapen del corazón.
Y no es ningún desconocido camino éste en dirección hacia la búsqueda de un árbol perdido en medio del árido desierto. Es un juego de sabidas reglas. De azarosa planificación. Es una máquina construida antes de tu vida que determina el color de tus ropas y la apariencia de tus deseos. Caminata que patea piedras y echa sus manos al bolsillo. Así se llama. Y no soy bueno para su recorrido. Nunca lo he sido. Cuando he visto sus senderos endurecerse huyo despavorido hacia la seguridad de cualquier perfume. Pero ahora el reloj de la moral indica que no es tiempo para correr ni para destrozar todo y transformar.
Cómo mierda aborrezco esto. No creo que tenga incluso un juego de colores para imaginar cómo detesto esta sensación de pertenencia ninguna. Siempre me ha ido mal con ella. Siempre terminé botado en las orillas de los pies descalzos, o sumergido en las sábanas de la fría comodidad. Y hoy ni siquiera me es permitido cortar mi barba o mi cabello.
Me duelen los ojos. No tengo una razón. Tengo una construcción, pero ésta se aleja a sus propias transformaciones.