Como la lombriz
Ha de ser como una lombriz en un desértico parque. Una incoherencia absoluta. Nada de lo vivido tiene un sentido más grande que los respiros. Ninguna de las imágenes que se graban por ser vividas son el recuerdo más hermoso de la vida. ¿Acaso un humano dedica su energía a vivir sin sentir? ¿Acaso sentir no es sinónimo de vivir?
A veces una pausa en el vértigo de la locura urbana te da milésimas de razones puras y frágiles para ver el cuidado de quienes dependen de ti. No hay ser que no merezca ser feliz aunque su vida termine por ser viejo o por ser descuidado. No hay respuestas antes de caer de los balcones y no eres tu quien para proteger a dos alas que aún no alzan su vuelo. Deben ellas volar y sólo tú debes llevarlas a la cumbre para dar su salto infinito y su expansión hacia la inmortalidad deseada. Como una lombriz, pero que deja de serlo. Como una que en su bosque desértico emprende el desarrollo de sus alas y la frescura de recordar que en su vida vino para ser feliz. Para interpretar aquello que los humanos dicen que eso es ser feliz. Para ser la vorágine majestuosa que alcanza lo que deseó desde antes que naciera. Si ha de ser un largo camino no eres tú quien lo sepa, sino más bien eres tú quien prepara para que así se viva. Como una vida real. Como una vida humana de cualquier continente. Como un viaje de obreras a la construcción de su hogar. Eso quizás sea la única senda transitable en el camino. Y tal vez morir en eso sea la mejor de las muertes conseguidas y la mayor satisfacción deseada. Tal vez vivir sea sólo eso. Vivir hasta dejar de hacerlo.
A veces una pausa en el vértigo de la locura urbana te da milésimas de razones puras y frágiles para ver el cuidado de quienes dependen de ti. No hay ser que no merezca ser feliz aunque su vida termine por ser viejo o por ser descuidado. No hay respuestas antes de caer de los balcones y no eres tu quien para proteger a dos alas que aún no alzan su vuelo. Deben ellas volar y sólo tú debes llevarlas a la cumbre para dar su salto infinito y su expansión hacia la inmortalidad deseada. Como una lombriz, pero que deja de serlo. Como una que en su bosque desértico emprende el desarrollo de sus alas y la frescura de recordar que en su vida vino para ser feliz. Para interpretar aquello que los humanos dicen que eso es ser feliz. Para ser la vorágine majestuosa que alcanza lo que deseó desde antes que naciera. Si ha de ser un largo camino no eres tú quien lo sepa, sino más bien eres tú quien prepara para que así se viva. Como una vida real. Como una vida humana de cualquier continente. Como un viaje de obreras a la construcción de su hogar. Eso quizás sea la única senda transitable en el camino. Y tal vez morir en eso sea la mejor de las muertes conseguidas y la mayor satisfacción deseada. Tal vez vivir sea sólo eso. Vivir hasta dejar de hacerlo.