Declaro Patriarca
Estaba en la casa, esa de dos pisos, bajé a buscar fuego o un vaso de agua, no me acuerdo, y ahí estaba el Oso con una mina más chica que parece que se quería tirar. Yo no dije nada, sólo pasé de largo. Es mi casa, o sea, chucha, yo pago algo del arriendo, pero nunca tan mala onda como para decir algo feo o pesado. Sólo pasé caminando y eché una mirada a mi socio a ver qué onda. Ellos se separaron cuando escucharon ruido parece, cuando yo bajaba por las escaleras. Estaban como aparte uno del otro, medio avergonzados y distantes, ahí en el living al lado del sillón grande. Yo sólo pasé, nada más. Pasé de ida y pasé de vuelta y no dije nada. Ella estaba bien, o sea, bien para tirar con ella. No la conocía, pero no estaba mal. El Oso sólo reía, o sonreía mejor dicho. Tenía esa cara de adolescente tirado para joven que quiere puro tirar y también quiere que lo vean o que sepan que puro va a tirar. Ya después me acosté. Siempre que puedo acompaño o apaño a mis amigos cuando van a tirar. Donde sea, una casa o en mi casa, ahí estoy, simpático y cero envidia. Mientras más mejor, por aquello de la cultura machista dicen, pero si no hay minas no importa. No somos –mis amigos y yo- tan patanes ni imbéciles, a pesar de las habladurías entre nosotros y el querer siempre tener muchas minas, también creemos en el amor y en la pareja. Si hay uno que también quiere esperar por ella, también tienen la venia y también se le respeta. Y por dentro uno sabe que se le respeta más que al que quiere sólo tirar.