El día de la lluvia y del fin de la generación


De que aprieta la piel no hay duda. De que hunde el pecho hasta sentir una música tampoco. Un tiempo que ha corrido es más que sólo viento que borra la mirada. Es una certeza de historia, una página de libro leída, sin embargo no entendida. En la imagen de la oscuridad se dibujan los aciertos que dan muerte a los que miran tus ojos sin brillo. Y con ansias de recordar persigo bajo una caverna el hilo de la felicidad y el rumbo de la eterna muerte segura. Observo piernas hermosas y dóciles pieles que mis manos recorrieron y otras que masturban mi mente. Y todo tedio parece césped de jardín de niños. Pisado como un cigarro bajo una fiesta. Bajo la lluvia han caído cientos de sueños, recuerdos, deseos, problemas y rostros que admiro tocar, pero la inercia corporal se superpone a la voluntad del sub-conciente.
De caminos no se habla. Menos de un sueño que se pierde al cerrar los ojos. Y de paso recordar que apuntaba al corazón de los enemigos. A poder atrapar las cuchillas que de sus manos salían. Mi miedo era enorme, pero mi valor y fuerza acariciaban la realidad. Una multitud hacía huecos en la arena para pasar su frío e imitar a los perros. Todos juntos en el mismo desierto gélido y tendido a oscurecer. Unas camas que no soportan los pesos de las venas y las pieles. Agujeros a punta de palas que abren la capa arenosa que protegerá nuestros cuerpos. Todos juntos, uno al lado de otro. Rostros que sí conozco y otros rostros que de ellos sólo obtengo su voz. Y dormir porque así es el hombre y dormir porque así es la mujer. Proteger tu cuerpo de un imaginario frío húmedo y solitario para dormir a un costado de las esperanzas de todos los que siguen vivos buscando la trascendencia de sus antepasados.
Y al abrir tus ojos nada ha cambiado. Golpes de palos, gorras, armas, caballos de noble uso de violencia. Huidas despavoridas y miedo que deforma las caras. Y tú sólo quieres correr y ganar. No perder la libertad que ha dado el descanso. Y por eso apuntas a los corazones de los enemigos y no temes a sus cuchillas. Porque sabes que aun en el aire podrás tomarlas de sus mangos y devolverlas al cuerpo que ata la mano de quien la lanzó. Es una guerra de sobrevivencia. Son gritos de quienes paralizados están porque se han convencido de que no son libres. Pero la fuerza de internas luces une lo que habla la mente y dicta el corazón. Toda una generación debe sobrevivir y tú debes recordar para contarlo.

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