Felicidad… ¿Felicidad?

Felicidad, felicidad, felicidad… ¿te tuve alguna vez? ¿Conocí de tus encantos? ¿Aún te sueño? ¿O ya sólo imploro no extrañarte más, porque no tengo tiempo? Felicidad, felicidad, felicidad… Ya imagino cómo ha de ser la felicidad. Colores varios, brillos ciegos, cánticos al amanecer y cuando el sol decide dormir. Saltos entre hojas grandes. Ecos en montañas de piedra, sal, nieve y agua. Vuelos de distintos extraños que sonríen de vida plena y olvido material. Felicidad, la tan buscada, la en extremo extrañada. Esa que rozó mi nariz y se posó sobre mis manos. Esa que dejé ir sin preguntar su nombre, sin abrazar su corazón. La felicidad, la felicidad. La única fuente de poder y la única vida ejemplar. La viuda misma, la muerte quizás. Esa felicidad. Esa que me hundió en las sábanas y me hizo despertar con dolores en el pecho. Esa que dejó crecer mi pelo. Esa que sacó pelos de mi rostro. Esa que cambió mi vestimenta, mi alimentación mi propia felicidad. La felicidad que transformó las comidas, cegó los juicios y detuvo los tiempos. ¿Y qué es la felicidad? ¿Desde hace cuánto que me persigue y yo le huyo? ¿O es que no quiero sus convicciones? Felicidad añorada. Imprescindible, magna. Cariñosa y veraz. Cómo no he de recordar tus caricias.
Me río y reprimo. Me avergüenzo de esto. De haberte olvidado. De dejar tu pasión. Solía sentirte. Solía saber leer tus letras y escuchar tus palabras. Solía llevar los mensajes de tus amigos a los miembros de la tierra. Era una parte de tu camino. Caminaba contigo y caminaba hacia ti. Feliz era o quería serlo. Esa era mi felicidad. Te tuve. Te quise y hoy te extraño. Yo quiero sentirte. Quiero saber de ti y de tus miedos. De ti y tus rumbos. De tu vida pasada y tus sueños futuros.
Hoy golpeaste mi puerta. Derrumbaste mi pecho y me llevaste a pensar en tu cuerpo puro y hermoso. Recordé a tus animales. A tus aires y tus vientos. A tu mar que despertaba todos los días en mí distintas mañanas. Y qué feliz era de saber escuchar tus cánticos de bella felicidad. De poder guiñar un ojo con las rocas. De pedir en mi cerebro y sentir que lo hacía por fe en la humanidad. Cuánto aprendí de ti y hoy no te tengo. O quizás te tenga, pero más quiero de ti. Más como antes en los caminos de la libertad plena. Felicidad, felicidad, felicidad.
Prometo tenerte conmigo de nuevo y romperle las piernas a la silla de la voluntad… Felicidad, si tanto he de recordarte, ¿me prestas tus viejos libros?

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