Destino

Es como estar en el mar, como si cada ola fuese muy pequeña y muy suave. Mover tu cuerpo por cada minúsculo espacio y no sentir ni viento ni calor, no ver ni luces ni sombras, sólo estar en medio de la nada, en un espacio de inconmensurable magnitud. Un espacio de mediciones matemáticas y caótico orden estructural. Es como flotar, en realidad es flotar. Estiras tus pies y es sólo más aire y espacio. Nada sientes y todo fluye. Algo remece suavemente la polera en tu espalda y sientes que algo entra entre la ropa y tu columna. Per no es nada, o quizás sea un pedazo de todo. Hay cientos de estrellas alrededor y no sabes cómo llegaste ahí. Hay miles de estrellas alrededor y este espacio no se parece en nada al que habías visto. Es un universo que puedes tocar y que no sientes. No sabes si estas lejos o cerca de algo, sólo estás. Algunas esferas se mueven y tú tratas de ubicarte, de orientar tu cuerpo hacia la dirección de tu vida y tu planeta, pero desde donde lo miras –si lo encuentras- nada te pone frente de el. Y te preguntas si realmente eres de ese planeta. Y ahora miras a lo alto. Y estás en medio de un espacio que no tiene formas y que tiene todos los colores, tiene colores que no sabes significar, tiene formas que no conoces y espacios que no sabes señalar. Tu dedo no apunta a ningún lugar. Desde allí podrías llegar a donde fuese. No hay curso. No pierdes el rumbo porque no existe un camino de navegación, sólo un espacio. Un espacio que no tiene tiempo y que, si lo tiene, este tiempo tampoco puede ser conmensurado. No hay sombras. No tienes silueta. Sólo flotas, sólo ves todo y todo es más grande que tu visión. No hay distancias. No hay medidas. No hay muerte. Es el espacio. Y tú eres una más de las partículas que se mueven por el.

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