Dual matanza de los sueños


Y en medio de las estaciones y las quebradas desearía bajar de mi vagón y romper el ego de celosos amigos del pasado. Optaría ahora por un trago en la barra de las nubes orientando la vista hacia la piel de de las montañas. Y llevaría mi dedo directo a la unión de su destino y la madre de su inmortalidad. De ahí entre los ojos sólo placer ha de fluir y no importan las lágrimas de sus mejillas portando cada una un deseo de vida transformada. Más importa el recuerdo de su voz y la sequedad posterior de tu garganta. Por eso te has movido de tu plano y ha eso has de dirigir tu caminar. A terminar lo que resta de la sorpresa eterna de morir como oruga y nacer luego de gritos y dolor.
De acuerdo. Malo soy por creer que debo ser inmortal y transversal. Creo que mi vida está marcada por algo que aún no sucede, pero que llegará a transformarla y a transformar la vida de otros más. Por qué eso, no lo se. Sólo me queda el trastorno de no tener cómo parar ese corto que se hace más allá de lo gris que supongo aún existe. Pero nunca he matado. No a alguien que respire aire, por lo menos. No he robado ni menos he atado manos de personas que luego perecerán. Sólo he tenido que transitar y –a veces- luchar y mentir, otras huir y objetivar. En otras amar y luego dejar para que luego siga bajo la misma dirección de los pasos cortos y descalzos.
Suelo no tener algo que proteja las letras que se escapan de la boca de cualquiera que respire. Menos sabré que hay luego de subir hasta donde no hay aire. Y así quedo como un feto sobando mi pierna y llevando mi tela de pinturas a los colores de las manos que más me quieren. Y de pronto otra vez comienza la suerte de los inventos de la mente y la inventiva de la evolución.
Puedes marchar aún sin rumbo por multitudes. No ser una voz de la masa, sino el murmullo mismo de la masa completa. Puedes creer que las noches son para extrañar los objetos que hacen tus penas. Puedes pensar que los días son para dar a los demás ojos razones para no apenarse. Quizás no eres un azar de los astros, quizás no eres siquiera hijo de tu padre. Quizás tu misión es poner rostro de sorpresa cuando otros hablan. Quizás tu vida es ser un caso para el sistema de las reinserciones. O tal vez sólo estás para equilibrar la especie en decadencia. Pero nada importa si en la mano no aparecen los matices de esas pesadillas en mezcla de tus vocaciones. Y por eso vale soñar y matar por dejar que así sea.

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