Más de tres años y veinte minutos


Podría desde aquí acariciarte los senos, mas sólo me dedico a mirarte y admirarte. Sentir en mi piel la fortuna de este momento. Deleitar mis ojos con los aromas multicolores que de tu piel se desprenden. Ahora me acerco y me abalanzo sobre ti. Te beso con fuerza, mientras el latir de mi corazón aumenta. Debí besarte hace años, pero el destino me pone frente a ti sólo hasta hoy y mi cuerpo no desea más espera. Te beso con más fuerzas aún. Tomo tu cuello, bajo tu nuca, con una sola mano. Tu cuerpo es pequeño en comparación con el mío. Tus minúsculos detalles se acoplan casi a la perfección con mis manos. Me adueño de tu cuello, llevas tu cabeza hacia atrás y lanzas un suspiro que abre una ventana hacia la magia y el deseo. Yo no quiero esperar más.

Mi mano toma tu pelo. Gimes con algo de dolor. Ese dolor mágico y excitante, que quema e invita a continuar el juego de caricias. Mi otra mano viaja hacia tu cintura, bajo tu blusa. Tú y yo sabemos que hoy no será sólo un beso. Tú y yo sabemos que mucho hemos esperado.
Tus manos se apoderan de mi cabello, tu boca de mi boca y balanceas tu delicado cuerpo. Ahora eres para mí. Mis dedos exploran el final de tu espalda y te llevan a hacia mí, hasta unir nuestros pubis. Tus ojos se abren frente a los míos y en nuestras bocas se dibuja una amplia sonrisa. Nuestros labios duelen de tanto besar. Jadeamos y nuestras bocas comienzan a secarse. Repites mi nombre con insistencia y yo sólo quiero dormir dentro de ti.

Beso tu cuello, al tiempo de dejarte caer lentamente al borde del sillón. Saco tu blusa y busco tu ombligo. Beso ese astuto piercing que colgaste contrariando a tu padre. Y llevo mis manos a tu falda de mezclilla, mientras buscas acomodarte en el costado del sillón. No quieres acostarte y yo no quiero que lo hagas. Entonces te inclinas levemente hacia atrás. Y yo, de rodillas frente a ti, ahora enloquecido por el hipnótico aroma que emana de tu interior.

Tu falda ya no existe y en poco tiempo más tampoco tu calzón. Estás desnuda frente a mí y te observo completamente. Con mis ojos ansiosos, deshaciéndose en ganas de tenerte. Inmediatamente tienes mi cabeza entre tus manos, ésas que le conducirán hasta la fuente de tu húmedo calor. Y yo lamo con fuerza y desenfreno. Abro un poco más tus piernas y me adentro en las profundidades de tu feminidad. Tu sabor se conjuga con mi saliva mientras gimes melodiosamente. Casi perforas mi cabeza con tus dedos. Tu piel es la misma de hace tres años. Eres hermosa, morena, suave y delicada.

Tus pies se posicionan en mis hombros. Ahora sólo somos tu vulva y yo. Equilibras tu cuerpo al compás de tus deseos y yo llevo mis manos algo más abajo de tu cintura. Por poco estás en el aire y en el aire te sientes. Y yo voy de tu mano en este viaje retrasado, pero por fin acontecido. Ya no aguanto más. Tomo tu menudo cuerpo con violencia y te doy media vuelta. Mi mano te ordena bajar tu espalda y exponer ante mi erguida existencia otro ángulo de tu humanidad. Abro camino lentamente hasta llegar a tu sexo. Mis manos se aferran a tu cintura y ya estoy dentro de ti. Tus manos aprietan el tapiz de ese cómplice sillón y no importa quien pueda escuchar, dejas salir maullidos de placer y compones melodías de amor y pasión entre mis respiros y jadeos.

Veinte mágicos minutos han pasado y no he podido separarme de tu cuerpo. Mis manos se han mezclado con tu cintura. Mis dedos confunden su piel con la tuya. Arde tu espalda y veo tu rostro a través del reflejo en el ventanal. Tus ojos están inundados de placer. Casi sangras de tanto prensar tus labios. Me quieres así para siempre en tu vida y, definitivamente, no pretendo contradecirte. De tu vientre y tus senos caen gotas de sudor dorado. De tus labios, bajo tu ombligo, emana viscosa juventud. Mis piernas se han vuelto un cúmulo de músculos apretados que irradian brillo, gracias a la expansión líquida de tu cuerpo. Somos uno ahora. Ya no más dos que se miran, sino uno que se ama noche y día.

Te apartas, das vuelta y me arrojas. Mi espalda ahora reposa sobre líquido tibio que dibuja cielos en el sillón. No he podido cerrar mi boca y mis manos anhelan recibirte, las tuyas se posan en mi pecho y poco a poco estoy dentro de tu húmeda y placentera cueva nuevamente. Ahora ambos navegamos en ese sillón y has iniciado un cambio de rol. Me dominas y estoy en ti. No pareces la niña que conocí. Eres ahora una resuelta mujer, que a cada segundo libera un poco más su excitante danza. Tu piercing destella en mis ojos y mis manos vuelven a tu anhelada cintura, pero ahora para tu movimiento acompañar.

Nadie supo cuánto tiempo pasó, ni cuánto esperamos para esto. Ya ni siquiera había tiempo porque fue derretido por tu cuerpo junto al mío. Sólo se que soñé así, con tu cuerpo cálido a mi lado. Y hasta ahora mis noches no han cambiado. Por fin te tengo y me siento enamorado.


Revisada y editada por Eilyn Carolina Quero... (maestra...)

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