Parece claro y normal el tiempo que tomas frente a lo que de ti queda
Creyendo que ese tiempo te lo debes y lo debes tener. Parece claro y normal el tiempo que tomas frente a lo que de ti queda. Crees que no es caminar y vivir si no detienes tus pies frente a un instante de soledad instantánea y absoluta. Un freno del espacio que une sus tuercas a los latidos del pasado. Una plena manifestación de la naturaleza queriendo recobrar sus estímulos muertos y una clara declaración de desinterés de normalidad social. Así es una tarde buscada y trabajada. Así es un día de defensa corporal y del alma. Así miras el espejo y tienes el tiempo de ver las imperfecciones en tus decisiones y las rencillas de la conciencia que se manifiestan en los bordes de tus ojos. Eso sí es un rato para vivir. Eso sí es un tiempo de humanidad y calidad de la sobrevivencia.
Por eso, quizás por eso, lo cuestionas. Porque no es así el color de tu nación y estos no son los momentos que tu dinero compra ni que tu conocimiento construye. Estas son otras cosas. Son como un polvo estelar que se manifiesta en otro plano de la mezcla de respiros y bacterias. Por eso es anormal de cuerpo e inmoral del alma dejar de embellecer tus responsabilidades y dar tiempo a tu sangre a que diga qué quiere de ti. Por eso las mentiras y el ardid. Por eso los ceños del juicio cotidiano y la preocupación vestida de orden.
Cuánto de esto es cierto y cuánto pura realidad de migajas planificadas por las mentes laborales esclavizantes, te lo preguntas una y otra vez. No es que la máquina de la miscelánea moral haya perdido los ingredientes de la familia, el trabajo y el respeto, es más bien que los pilares del encordado de la historia ha perdido la fuerza de tu mente y la voluntad de tu voluntad. Por eso se dibujan realidades que todas pudiesen ser la verdad más absoluta o el juego más alucinante. Pero es sólo granos de costas azarosas y desiertos que toman el color del astro más cercano. No es un mundo, es un cenit de vida y un dibujo de las manos que sangran.
Por eso, quizás por eso, lo cuestionas. Porque no es así el color de tu nación y estos no son los momentos que tu dinero compra ni que tu conocimiento construye. Estas son otras cosas. Son como un polvo estelar que se manifiesta en otro plano de la mezcla de respiros y bacterias. Por eso es anormal de cuerpo e inmoral del alma dejar de embellecer tus responsabilidades y dar tiempo a tu sangre a que diga qué quiere de ti. Por eso las mentiras y el ardid. Por eso los ceños del juicio cotidiano y la preocupación vestida de orden.
Cuánto de esto es cierto y cuánto pura realidad de migajas planificadas por las mentes laborales esclavizantes, te lo preguntas una y otra vez. No es que la máquina de la miscelánea moral haya perdido los ingredientes de la familia, el trabajo y el respeto, es más bien que los pilares del encordado de la historia ha perdido la fuerza de tu mente y la voluntad de tu voluntad. Por eso se dibujan realidades que todas pudiesen ser la verdad más absoluta o el juego más alucinante. Pero es sólo granos de costas azarosas y desiertos que toman el color del astro más cercano. No es un mundo, es un cenit de vida y un dibujo de las manos que sangran.