Un pequeño sueño
Yo también deseo un sueño. También deseo que las flores que llegan a mi jardín se conviertan en una exposición de magia botánica. Quiero pertenecer a los que no mueren. A los que brillan en cualquier mente y en todo lugar. Esos recordados por los olvidados y por los desadaptados. Sueño con ver la punta de la letra en la cresta de una ola hecha de celulosa. Sueño comprarme o ver mis ojos frente a pedazos de mi vida, de mis miedos, de mis otros sueños y de mis caídas.
Ha de ser como cerrar los ojos, orientarse al cielo, abrir los ojos y ver el cielo pintado de tus sueños. Que luego de separar los párpados tu pecho pueda albergar las disputas y las noches de frío. Que sólo un instante de vida sirva para no pensar más y poder morir tranquilo. Tan sólo eso. Una pizca de azarosa deidad que se pose en la espalda como el olfato a la memoria, como la mugre a los pies o como la piel de doncellas a las manos de los rebeldes.
Es un camino de piedras. Un sendero con trampas, acertijos y sorpresas. Cavernas, quebradas y recovecos de cemento y madera, humo, ruidos y satírica emoción. No es como nadar en los brazos de la marea baja, sino como sortear la ola de los temerarios. Aquella de la que no sabes si escaparás. Y creo ser un caminante que pisa esas piedras sin zapatos. Un caminante descalzo de manos en bolsillos y esperanzas en la mochila. Un ignorante construye sueños que piensa ser elegido por su vida para alcanzar felicidad. Uno de esos. De esos que se desnudan en el espacio y luego caen en los asfaltos y las veredas seguidos por la carcajada social.
Pero no ha de importar que ante el sol se pongan las nubes e incluso me pueda empapar. El sigilo de las promesas merece todo golpe de puño cerrado y fuego de las armas sistémicas. Creo que hasta el amor así lo pide. Clama que uno pueda no ser de este lugar. Sino estar de paso en los calabozos de las elites, pero con la mente y el corazón en las costas de los extraterrestres. No pido mucho, sólo busco un sueño. No quiero más que mi derecho a ser anormal. No pido más que pretender salir de compras, pero despertar en un lecho ajeno con los ojos deseando soñar.
Ha de ser como cerrar los ojos, orientarse al cielo, abrir los ojos y ver el cielo pintado de tus sueños. Que luego de separar los párpados tu pecho pueda albergar las disputas y las noches de frío. Que sólo un instante de vida sirva para no pensar más y poder morir tranquilo. Tan sólo eso. Una pizca de azarosa deidad que se pose en la espalda como el olfato a la memoria, como la mugre a los pies o como la piel de doncellas a las manos de los rebeldes.
Es un camino de piedras. Un sendero con trampas, acertijos y sorpresas. Cavernas, quebradas y recovecos de cemento y madera, humo, ruidos y satírica emoción. No es como nadar en los brazos de la marea baja, sino como sortear la ola de los temerarios. Aquella de la que no sabes si escaparás. Y creo ser un caminante que pisa esas piedras sin zapatos. Un caminante descalzo de manos en bolsillos y esperanzas en la mochila. Un ignorante construye sueños que piensa ser elegido por su vida para alcanzar felicidad. Uno de esos. De esos que se desnudan en el espacio y luego caen en los asfaltos y las veredas seguidos por la carcajada social.
Pero no ha de importar que ante el sol se pongan las nubes e incluso me pueda empapar. El sigilo de las promesas merece todo golpe de puño cerrado y fuego de las armas sistémicas. Creo que hasta el amor así lo pide. Clama que uno pueda no ser de este lugar. Sino estar de paso en los calabozos de las elites, pero con la mente y el corazón en las costas de los extraterrestres. No pido mucho, sólo busco un sueño. No quiero más que mi derecho a ser anormal. No pido más que pretender salir de compras, pero despertar en un lecho ajeno con los ojos deseando soñar.