Confort que golpea

No es la risa de lo serio montar el fondo blanco y gris si lo que siente es las ganas de hablar del amor.
De una punzada en los ojos que comienzan a engendrar vapores de la risa.
Caudal de nervios e ironías.
El cuello y la porosidad de la piel que transforman en salivar cualquier intento de dirigir la palabra.
Y ella esa hembra, la más bella de la pradera intelectual.
Simple y contagiosa.
Dulce como agua de mañana.
Rupestre como vida real.
Las siluetas de los dibujos en la piel –su piel- vuelven a pintar sus márgenes cuando las reproducen las neuronas que también beben del alma.
Y entonces la saliva baja y sube por la espalda.
Y las manos abrazan esa hermosa manera de existir.

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