Felicidad de iniciar el fin de una vida

I

Cautos, bajos, enmudecidos, pegados
Idos de la ciudad en medio de sus calles
Quisieran amar y nada deja que los cuerpos exploten de infinita alegría o de eterna pena
Si así fuera –creo- eso que es el cuerpo ya no existiría
Y en las súplicas urbanas estarían llorando algunos la ausencia y otros riendo de la cobardía
Pero nada importa el gesto de todo transeúnte y todo aquel que merezca conocerse
Lo único real es que la infinita búsqueda de alegría cada día adhiere mayor infinitud a su sendero áspero, desértico hermoso y desigual
Y siempre se creyó que un humano anormal lo soportaría y hasta incluso lo enfrentaría
Pero nada hay de falso en aquello de crecer y que se agotan las dispuestas energías y las utópicas voluntades
Quien feliz sea que no lance piedras ni alaridos, sólo camine, que el vaivén tranquilo de sus pies serán la mejor de las evidencias
Y mientras observado sea que tampoco importen las hilarantes formas que otros tienen de romper con la vida
Aquí nada podría ser aislado e individual, pero sin embargo sí lo es que las olas del mar puedan acabar con la vertebral existencia
O que una simple llama de bala atravesase la conciencia
Mejor es decidir si nada ha de terminar o si de verdad dispuestos están a ceder sus caricias al destino de las miserias
Nadie asumió que bello sería no vivir o que irónico fuese dejar que la muerte sea de la naturaleza
Nunca ha sido opción, aquello de dejar la vida –digo-
Pero sí lo es creer que nada puedes lograr aunque certezas tuvieras
Se que algunos tratan. Se que otros imploran. Se que existen quienes lo logran
Pero cómo ha de ser siquiera dejar de pensar en que quizás puedas ser una feliz esencia
Y a quién culparías. Quién sería el baúl de tu propia inconciencia
Sólo las únicas manos que no pueden tapar las vergüenzas y las desdichas de respirar sin fortaleza y participar de la social y moral decencia
Las manos más cercanas. Esas que incluso defienden la propia vida

II

Bajo, enlodado, débil y sin vida
Esa es la espinosa profecía o la lúdica alegoría
La única entrada que reconocemos con legítima idolatría
Destinos hubo quienes los encontraron
Iconos hubo quienes los produjeron
Lágrimas todos han derramado
Pero no se ha de buscar la eterna referencia a la cómoda pertenencia de la vida material
¿Acaso axioma es que una alegría efímera o sempiterna sea siempre la búsqueda de la misma?
Nada comprender se logra mientras cada día usamos nuevas ropas
Si incluso el rostro no se lavara habría quienes reirían de la inmoralidad
Y asumo –ahora sí, hablando sólo desde mí- que todo lo que he visto crearse y caer me apesta
Y reconozco también que imploro llegar a oír que pude ser feliz
Sólo sus ojos chinitos y su piel dibujada ceden calma a la vergüenza y la ira que provoca la educada ciudad
Y no quiero que rápido sople el viento
No deja que pueda ver cómo es el piso que mis pies han de caminar

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