Un par de días
Realidad casi imperceptible. Hoy veo y nada ha sido un sentido pleno. Hoy hablo y todo parece ser una intrascendente fuga del esquema. Qué hubo en ese día. Dónde está el aroma y las formas. Hubo sin-sabor, hubo tomento de la moral agotada. Caí y crecí en planos diferentes. Pero en uno de ellos no pude terminar el modelo y dejé a un lado la tarea. Fuera de mí, en lo hermosamente objetivo, la luz y las sonrisas plagadas de cristales saladitos sacaban sus cabezas de la playa. Más de oro y más iluminado fue el sendero al Dios más antiguo. Y nada hacía que emprendiese hacia ese color y ese calor. Hoy oigo palabras y sonrisas. Me han dicho de relajos y tranquilidad. Y de mi paso por eso días nada hay que alegre mi memoria. Sólo el convencimiento de tener que variar y transformar. Un día de nada. De todo lo que con ella sueño y nada que deba permitirme recordar. Un día ulterior ácido, con penetrante desgano bajo el sol entre sábanas y paredes. Nada de vida ni movimiento del cuerpo. Todo ocurría en la confusa realidad de la cabeza. En el espacio de la creatividad y la carencia no educada. La cuna de la moral. Y luego un disturbio. La presencia voluntaria en escalinatas ajenas. Bajo banderas por mí desconocidas y mal olientes. En medio de humos densos que denotan pasión y marginalidad. Risas hubo, pero más fue la crítica. La inclusión de la soledad por sobre el goce de la masa. La vida misma que desorienta y no encanta. Y entonces nada es real dado que nada es felicidad. Hoy vi. Pude rememorar espacios tanto más vacíos que plenos. A partir de su voz alegre y cariñosa pude salir a la ventana de los días de primavera, pero detenerme luego recordando la ilegalidad de las personales relaciones. Nuevamente ella la moral. Ella que sólo es ella porque yo soy el. La que pudiese ser cualquiera de las formas que adopta un ser de otro planeta. La que a todos pertenece y en mí corresponde romper. No fui un paño de risas, sólo de conjeturas y nihilismos. De alegría parcial y cariño desalentado. Creo que recuerdo haber pensado que deshacerse de los latidos puede incluso ser normal. Por lo menos en esta historia que tiene pies sin zapatos, ironía para sobrevivir y un cúmulo de interrogantes desorientadas.