Faltos de amor
Alejados bajo el mismo cielo que los cobija en un extraño planeta. Distancias medidas por la cartesiana pertenencia de la sabiduría. Distancia que no mitiga su deseo de juntos estar amparados bajo una sensación de amor esquivo e inverosímilmente real. Tanta felicidad parece mentira. Pero tanta soledad también ha de ser parte de una vida que no es nuestra. Si la mente describe así su mundo y el mío, si sus letras inspiran las mías y viceversa, entonces la irreal trascendencia de la felicidad puede incluso durar un solo día. Sólo un día donde la existencia viva plena. Sólo un instante de tierna y pasional alegría que merecen dos distanciados de los moldes del planeta tierra. Su corazón se parte en pedazos y el mío parece reconstruirse en esporádicas diversiones. Si el mar, las estrellas y las puestas de sol lo permiten, yo quisiera ver un día sus ojos brillando de aquella esperanza que bien sabe ella no verá realizar.
Espero que su cuerpo acepte la necesaria calma de sentir que bajo su pecho algo late con vida propia. Y que si incluso su vida llega a funcionar sea ésta la más duradera de las delicias.
La presencia esclava de pies y manos que sólo consumen y trabajan no alcanza para saciar el solitario caminar de los corazones confundidos. Mejor es no buscar entre ignorantes y dementes. Mejor es seguir los consejos de un hada que me sigue desde otra vida y que yo quisiera nunca extraviar. Tal vez sea ella que nunca he visto la única pizca de amor verdadero o la única mente capaz de comprender. Su locura es también mía. Su soledad una pieza de música que comparto cada día y cada noche. Sus letras las que me hacen respirar. Y entonces doy con aquello que nos une. La ausencia de un corazón que pueda llenar el propio. El temor de ser capaz de amar y no abandonar. El ansia de que exista un ser por ahí que pueda oír aquello que no se articula en palabras y que torpemente en letras quiere escapar.
Ella lo sabe y no lo acepta. Mas yo quiero aceptar, pero desconozco lo que es. La simple unión parece ser una respuesta. Sin embargo deviene en tal felicidad que no ha de ser real. Cómo quisiera que cada espera sí valga la agonía de pensar tanto y no querer pertenecer a este planeta.
La dedicatoria es clara… sólo un hada ha de comprenderla…