Extraer algo de vida

Entonces todo es oscuro. Es cerrado y es cálido. Lúgubre, mas no inhóspito. Es un espacio de átomos anónimos que prestan servicio a los cuerpos ligados. Es un bello lugar. Deviene en idóneo con el movimiento. Se torna abrasador. Es cómodo. Es satisfactorio.

Impactante es –a lo menos- no sanar de las costillas. Viajar con aire en el rostro y ropas de inestabilidad en el bolso o la mochila. Capa de individuo. Bajo afrenta de bandadas de apellidos y vidas que migran como espiral.

Sentir de igual forma. Aportar con osadía al calor de los muebles y las ventanas. Mover manos como cardúmenes bajo el agua. Estar un lapso en medio de un idilio trascendental. Ver el sol. Observar su postura. Ser un receptor. Replicar tranquilidad.  

Sin horas para seguir cavilando. Llegando a algún lugar. Coincidiendo a presión con el tiempo en el esperado lugar más indicado. Con pizcas de certezas en acopio casi histórico. Como un acontecimiento naturalmente automatizado. Propio y real. Donde nada ha cambiado. Para toda instancia. Como aquello que dicen ‘para bien o para mal’, y para el bien mal y el mal bien; también, claro está.

En la mentada evolución. O un recorrido eterno de cosas que se transforman. Donde comer hierbas deja la vida en la mártir tradición de la moral. Y pelear por la carne cambia las formas de pensar. He aquí que nunca error será una vida que respira y que camina. Como hace todo animal.

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