Pequeña luz bribonada

Vuelve a rotar el ciclo. El eterno movimiento de los sueños y las ilusiones inconclusas. ¿Si no has de saberlo acaso? ¿Cómo si esto que ahora aprieta el cuerpo no fuese siempre el destino? Y ahora que estás nadando en pleno mar adentro pretendes no saber de qué se trata.


Hay pequeñas sonrisas. Pero más de vergüenza que de audacia. De inestable amor bajo tierra perdido como juguete o hueso. Encerrado. Invocado pero desconocido. O más bien difícil de maniobrar. Guiado por lienzas de hilo subjetivo. Pero sin explícita voluntad.


La he visto. La he olido sin antes verla. Su pequeña espalda. Su piel de miel. Capa tersa de cenizas del sol que caen para mantener la luz de su vida y el calor de su cuerpo. Violentamente suave. Racionalmente delirante. Bella y libre. Una danza cautivante.


Destino bribón. Creativo y limpio como la alegría. Impúdico como el arte de amar. Ya no sea más esto un despido. Sino más bien un recuerdo idolatrado. Sin ánimo de importunar. Sólo expresando los hermosos deseos del alma y de las manos. Para el planeta que más brilla entre los astros.


¿Qué habrás hecho justo ahora en este lapso? Hasta pude oír la seriedad tranquila de tu voz actual. Saludando mi rostro como hace años no ocurría. Llenando un espacio con nombre propio. Con un aroma que no se despega de la ansiedad. Obsequiando un segundo de plena felicidad.


Rapto o pillada. Cualquiera sea la danza de sus respiros. Siempre será acompañada de una mirada protectora. De un respeto en extremo riguroso. De la mejor intención que pueda crear una vida. Porque así lo demanda su eterna sonrisa. Y la idoneidad de sus pequeños ojos.

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