Carta desvergonzada
Valparaíso, febrero 09 de 1976
Recordada Paloma…
¿Qué puedo decirte? La nefasta paternidad me acompaña desde antes de nacer. Solo me armo de cariño. Una especie de constante destino. Sé que amo. Que la amo a ella. Que alguna vez te ame a ti. Pero aún así el daño persiste. No lo puedo evitar. No estoy. No deben conmigo contar. Soy un humano incompleto de educación y emociones. Ahora debo ir. Tal vez huir. Seguro no estoy de volver en marzo a la universidad.
No iré por siempre lejos. No me puedo alejar más todavía. Ella y él. Mi hija y mi papá. Enlazan mi nariz a los aromas de este lugar. A mí manera. La que hay. La que he podido elaborar.
Al parecer la única persona que puedo cuidar. O por lo menos influenciar con mi respiro. Es mi papá. Un confuso pensar que solo responde a su cariño y su bienestar.
Se me pasan los años. Poco me muevo. Gasto tiempo en planear mi propia vida. Y hasta para eso necesito mi existencia transformar. ¡No creerías las cosas que he hecho! Solamente para poder continuar. Cero objetividad. Nada de verificable certeza. Emoción nada más. De la única –creo- que puedo tomar. Y lo hago como acto de fe. Claro que debiese primero definir Eso. O sea, lo hago con conmovedora realidad. Y algo de patética dulzura.
Leo y visualizo. Pienso en lo que quiero. Me concentro en ello. Trato de respirarlo. De hacerlo presente. De llegar.
Siempre está ella. Reconozco que no es fluido su recuerdo. A veces me obligo a que aparezca en mi cabeza. La llevo a mi corazón. Y luego me doy cuenta que ya pertenece ahí.
Sé que voy a cuidarla. Que la tendré de mi lado bajo mi protección y mandatos. Una especie de guía inconclusa, pero veraz. Un espacio habrá para ella. Contiguo al de mi papá. Con baño propio y paredes que rayar. Una linda cocina blanca. Una ventana de luz temprana y sonido de mar. Llave propia. Comida y ropas. Dinero-espacio-tiempo. Una mochila para llenar. Si hasta amor vamos a fabricar.
Tendrás que creer que un día eso sí pasará. Lo llevo desarrollando desde la media. Hace una cantidad de años que no has de tolerar. Pero es la figura que ha dibujado mi vida en relación con la tuya. La paternidad oculta. La ausencia enjuiciada. La eterna espera de la lucidez moral. Haciendo de ésta un ámbito general que determina nuestras vidas en una urbe social. La cual puede irse a la mierda -lo sabes-, pero que de todas formas se hará realidad.
Como no sé explicar mi proceso. Entonces lo describiré para ti. Y en ese camino se gestará su existencia. Trata de entender que nada más tengo para decir. Soy un padre. Uno así.
Recordada Paloma…
¿Qué puedo decirte? La nefasta paternidad me acompaña desde antes de nacer. Solo me armo de cariño. Una especie de constante destino. Sé que amo. Que la amo a ella. Que alguna vez te ame a ti. Pero aún así el daño persiste. No lo puedo evitar. No estoy. No deben conmigo contar. Soy un humano incompleto de educación y emociones. Ahora debo ir. Tal vez huir. Seguro no estoy de volver en marzo a la universidad.
No iré por siempre lejos. No me puedo alejar más todavía. Ella y él. Mi hija y mi papá. Enlazan mi nariz a los aromas de este lugar. A mí manera. La que hay. La que he podido elaborar.
Al parecer la única persona que puedo cuidar. O por lo menos influenciar con mi respiro. Es mi papá. Un confuso pensar que solo responde a su cariño y su bienestar.
Se me pasan los años. Poco me muevo. Gasto tiempo en planear mi propia vida. Y hasta para eso necesito mi existencia transformar. ¡No creerías las cosas que he hecho! Solamente para poder continuar. Cero objetividad. Nada de verificable certeza. Emoción nada más. De la única –creo- que puedo tomar. Y lo hago como acto de fe. Claro que debiese primero definir Eso. O sea, lo hago con conmovedora realidad. Y algo de patética dulzura.
Leo y visualizo. Pienso en lo que quiero. Me concentro en ello. Trato de respirarlo. De hacerlo presente. De llegar.
Siempre está ella. Reconozco que no es fluido su recuerdo. A veces me obligo a que aparezca en mi cabeza. La llevo a mi corazón. Y luego me doy cuenta que ya pertenece ahí.
Sé que voy a cuidarla. Que la tendré de mi lado bajo mi protección y mandatos. Una especie de guía inconclusa, pero veraz. Un espacio habrá para ella. Contiguo al de mi papá. Con baño propio y paredes que rayar. Una linda cocina blanca. Una ventana de luz temprana y sonido de mar. Llave propia. Comida y ropas. Dinero-espacio-tiempo. Una mochila para llenar. Si hasta amor vamos a fabricar.
Tendrás que creer que un día eso sí pasará. Lo llevo desarrollando desde la media. Hace una cantidad de años que no has de tolerar. Pero es la figura que ha dibujado mi vida en relación con la tuya. La paternidad oculta. La ausencia enjuiciada. La eterna espera de la lucidez moral. Haciendo de ésta un ámbito general que determina nuestras vidas en una urbe social. La cual puede irse a la mierda -lo sabes-, pero que de todas formas se hará realidad.
Como no sé explicar mi proceso. Entonces lo describiré para ti. Y en ese camino se gestará su existencia. Trata de entender que nada más tengo para decir. Soy un padre. Uno así.