Ansiedad

Rostro sin sexo. Alma sin tirar. Una piel que de joven muestra la cercanía de su muerte. Una sonrisa que no evoca. Que no lleva a respirar. Que no deja entre sus manos la virtud de su espalda sudada. O sus piernas temblando. O su corazón en vértigo apasionado.

Piel sin esporas de revolución. Como dama de casa. Solo con la vista en la televisión o la ventana. Queriendo viajar sin la valentía para hacerlo. Queriendo ser libre sin tatuar su ritual. ¿Qué rita el rito? ¿La vida de los esclavos o la trascendencia de la muerte en la propia mano?

De reojo se ve pasar todo espécimen de burocracia. Aun con poca ropa no llega a impresionar. Su pelo se desmonta de la cabeza. Mientras el agua corre por sus cejas. Estira sus piernas. Endereza su cadera. Mueve su conciencia. Y entonces piensa en la felicidad.

Con la elegancia de un mono de torta. Emulando la unión eterna del dios de los humanos. A través de un pederasta con voz artificial. Adulador de elites y amante de niños abandonados. ¡Esa es tu iglesia y tu prédica matutina! La maldad hecha virtud en medio de las velas y las bancas.

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