La libertad

Un baño de libertad. Una erupción del alma que vuela vacilante en la urbe de la moral.
Una bendita alegoría. Una manifestación. La bella konciencia okulta que no se apaga. Que golpea hasta emerger para salvar a la ciudad.
Avanza eterna, lenta y confundida. A golpes y caídas personales entre medialunas de ñoños y juiciosos.
Reconoce ella La Magna Libertad que sede en su camino asfaltado hacia la muerte. Que a ratos prefiere huir y mezclarse en la jauría. Aspirar incluso al logro material. Mas no por vocación alguna, sino por ahorro de energía.
Pero así choca y se estrella. Y el cuerpo reclama sanidad. Una bifurcación alterna reñida con la moral y a veces con la justicia. Una súplica más antigua que los días de escuela. La necesaria pertenencia al reino de verdad.
La libertad acelera su paso. Llega a golpear las puertas luego de aplastar personas. Corre, salta y aporrea. De tener armas vendría a matar. A eliminar la vida de los que no cuestionan. De los que afirman y enjuician desde su normalidad.
Creen que la llevan
Nerds de mierda
Imbéciles que piensan en no molestar
Que adaptan hasta lo que sienten
Que dóciles, sanos o educados laboran cada día a la misma hora
Y llaman a eso progresar.
Maligno Ser de Bien. De alma mártir que pone la otra mejilla. Que conforma su mente, aquello que aprende y conoce. Que más le importa acumular que pensar en las generaciones. En el pasado largo plazo y en el futuro proyectado. Como si no existiera la historia. Como si la palabra se pudiese obviar.
Ser de las ruedas. De los ruidos sin ritmo, sin sentido, sin melodía. Ser del dictamen oficial. De la doctrina que ordena las piezas de los hogares. Del que insiste en enderezar los árboles. Aquel que no entiende la divergencia que implica respirar.  
Aún hay luz en la caverna libertaria
En la autónoma y acéfala casa de La Libertad
En las tierras de la creación entrópica, compleja y anacrónica

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