Tres nombres
Si tan solo ella viese. Que detrás de cada mirada desviada y cada técnica palabra. Va inscrita la magna fuerza que une a dos personas. Diferentes ellas. En cuerpo, alegría y temporalidad.
Hasta de su música le hablaría. De sus colores siempre en el mismo orden. De aquello que piensa cuando el humo entra a su hogar. A su grial.
El esfuerzo está en no ir a su cuerpo. En no llevar la cabeza al destino de sus pies. Más bien no mirar su trasero. Sus pechos y sus ojos pequeños.
Pero seguir cada partícula de respiro. Cada paso que atraviesa ese largo montón de pelo. Y el cuello bajo el. Abrazado de un aroma. Una mentada feromona.
Cobarde anomalía en medio de la elegante cena. Donde platican la moral con el formal. El espacio cerrado. El que pretende emular una extranjera normalidad.
Anomalía por ser patética escena. Donde no hay instinto animal. Solo la vigía sigilosa. Cauta en demasía. De sentimientos en un acto. La toma donde el macho debiese masticar.
Cobarde por objetiva. Por evidente. Por ser encarcelada con los sentidos. Porque el cuerpo no entra a la mar y solo se queda a mirar. Educado. Adormecido. Parásito ideal. Pseudo exitoso participante del concurso nacional.
Armas que se cargan. Deseo tras otro aplastados en el espacio rectangular. Derechos como fila de educandos. Como las balas. Una tras otra. Esperando despegar.
Pólvora cariñosa. Lasciva y protectora. Entretenida. Demandante. Prolongada. Cuyo objetivo es montar la batalla. Hacer arder el lugar. Aplastarlo permitiendo que respire. Se mueva y se queje. Pero barrer con toda la comunidad. Con el olor y la textura de sus pieles. Hasta abrir recovecos para habitar.
Extensa forma de nombrar a un ser que define su vida. Que mientras explora también disfruta. Aprende. Se presenta inteligente. Crece y se pone más rica. Completa Ideal. Una exquisita ensalada de puras frutas. Del árbol que se ríe. Que otorga fruto jugoso. Cuyas ramas parecen danza. Anatomía perfecta en la escena espacial.