Así habló (segunda parte)
Del niño del espejo donde se busca en algún rato. Posando de sí. Creyendo regar la egolatría. O más bien la búsqueda de esperanza. Buscando respuesta en realidad. Bajo preguntas demasiado repetidas.
De las islas afortunadas. Donde se añoró habitar. En un lugar de planeamiento. O una redención irruptora. Una nueva ciudad. Como una semilla de nueva vida.
De los misericordiosos cuya presencia se ignora. De la pregunta en torno a la misericordia. De cómo se usó siempre esa palabra. Entre siniestros juiciosos urbanos. Individuos de las callecitas negras. Pregonando la comprensión y hasta la entrega de la otra mejilla. Ego-mártires. Que de buenos llegan a caer mal.
De los sacerdotes. Del oculto fenómeno de clase alta. De la adoración de infantes bajo un templo de oraciones y donaciones. Exhibiendo absolutamente lo contrario. Hablando de un príncipe como un símbolo. Cuando éste en realidad aborreció toda moral oficial fundada en la culpa.
Y a eso hay que incluir que en esta vida te comportas para vivir tranquilo en la segunda.
Qué maldad más genial. Y si se piensa, una real imbecilidad.
Sentado en rocas habló de los virtuosos. Cuestionando siempre cuál es la mitad entre la virtud y otros lados. De cualquier tono de luz. Sin importar el color. Cuidando que la virtud no se llene de soberbio gozo. Emanado del propio respiro.
Habló de la chusma no sabiendo a qué se refería. Y si además le pertenecía. Atacando el hampa y la mala onda. Respetando la legítima defensa. La pasión por la familia. Llegar a matar por amor.
De las tarántulas como parte de un filtro azul en medio de oscuro espacio. Así como en sepia bajo el mar. Cuando eran sueños malos. O pesadillas de las cotidianas. Esas que despertaban a toda una casa. Y hacían moverse a los papás. Mientras las mamás dormían exhaustas.
De los sabios célebres. Según la vista paradigmática, la cultura o una bandera. Pero sabios de propia luz con rango de príncipe de la urbe. Alienígena de mensaje vital.
Como la dama de la tubería oceánica. La extraterrestre de olas saladas. Que además pinta, cría y huele genial.
De esos sabios célebres. De los ojos capaces de captar partículas de magia en medio de aparente basura. Esos que se van luego. A temprana edad. Y son descendencia generacional. Porque dejan huellas de libertad.