Oceánica celebridad

El recuerdo es su sonrisa. El color de su piel. El aroma que surge de esa exclusiva  tonalidad. La capa de protección que deja cada gota cuando el sol la seca.
Verla acomodando su cuerpo en una pared. Hablar como si estuviera rodeada de viento. En una plaza de árboles altos. O en medio de un océano. Como es su eterno deseo.
Va en busca de su oleaje. Queriendo hacer del día una luz eterna. Que permita a sus ojos pequeños ver las paredes líquidas. Que de pronto la abrazarán. O la revolcarán. Que siempre la harán soñar.
La memoria se queda en su imagen. En la posición perfecta que hace del espacio. Placentera como adicción visual. Aquello que por días se espera. Donde verla un momento más es un regalo de la urbe. Un presente de las mareas.  
Ver a ella entre miradas extrañas. Que transitan buscando su aceptación. El gozo de esa luminosidad que porta. Que la trasciende. De la virtud que en princesa la convierte. Esa dosis extraterrenal que la hace celebridad.

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