Una noche

Por la noche con la cabeza sobre la almohada llevaba más de un arma sobre la cabeza. Dos para ser exacto. Dos letales y pesadas cargas para no respirar más. Desaparecer y dejar de ser. Cada una pretendiendo asegurar la otra. Dos vías de muerte y escape. Que al unísono permiten obtener libertad. Tranquilidad también. Relajo y menos dosis de tristeza.

Por la noche incluso veía cierta luz acompañada de cierto ruido. Desde la garganta una melodía tarareaba. Un ritmo tranquilo que compusiera paz para irme sin maldad. Para cerrar los ojos y no abrir más el corazón. Menos la boca. No ser y no estar. No dejar nada y menos volver amar.

Más de veinte años que no había una de esas noches. De pequeño éstas rondaban cuando el miedo me hacía odiar a mí mamá. Cuando extrañaba a mí papá. Cuando solo quería que él existiera. Porque su compañía siempre fue felicidad.

Hace mucho que la muerte no rondó tan cerca de mi espalda. De mis manos y mi cabeza. Aparece cada tantos días con una carga de libertad. Como si fuera una respuesta. Como un paso certero para abandonar la incorrecta vida. La incorrecta esperanza de caminos que no fueron tal cual los esperaba.

Debiera ser ahora. La empiria deviene en que nada cambiará. Ya no creció una vida buena. Menos un plan de prosperidad. Lo que hago para comer no completa las ropas. Solo quiero algo de dinero para mojar mi cabeza. Llenarla a veces de humo. Respirar mirando el mar. No forzar los latidos. Corres tras una pelota. Llenar mi cama del aroma de Natasha. Y sucede que además no tengo su compañía.

Y entonces hablaré de ella. Porque sé que me acompaña en noches como esta. Tal vez hasta con ella me fuera de esta tierra. Tal vez con ella en los sueños me uniría. Para crecer juntos y cuidar de nuestra vida. Como siempre debió ser nuestra compañía.

Natasha feliz sí es. Y a veces no. Se le ve así. Pero solo una superficie lo representa. Es a ratos como yo. Tan incomprendida como la familia que no tengo. Tan disfuncional como la niñez que recuerdo. Como el corazón que se oculta y no deja hablar. Como cada recoveco de memoria que no quiero explorar.    

La extraño y no puedo alegrarla. Quisiera cuidar de ella y se aleja mientras yo también de ella. Espero que sea otra vida la que nos aguarda. Dado que ésta fue incorrecta. Quisiera solo un instante más. Una pausa de felicidad entre su piel y la mía. Para que no esté sola. Y de paso tampoco yo. Para salir de la duda. Para aprehender la felicidad.

Y así tal vez valga una noche como esta. Si es que la puedo recordar. Si estoy aquí para abrazarla.

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