Gotas lentas

Y eso que es llorar. Aquello que atraviesa la espalda. Que surge plagado de ansiedad. Que se aventura en el pecho de una hembra. Dándose pie a un oscuro grito más histórico que carnal. Y eso será cuando caen lágrimas desde ambos ojos. Avalancha de incógnitas. Mareas de agua turbia en constantes remolinos. Con ahogados personajes y una mezcla de malos olores. Y eso será llorar así de forma indigna. Como si nada importara. Ido en una carga con mayor poder. Que no revienta. Que se aferra a un anhelo decrecido exponencialmente.

Un cierto desorden. Mezcla de cobardía y dolor. Cánticos craneanos que configuran desdichas. Puras falsas promesas. Propias y ajenas. Hechas a destajo en evidente ignorancia. Y decadente falta de instrucción y compañía.

Caos que puebla hoy calles de noche. La pena que emerge desde la piel completa. Desde las ganas de ir a otro lugar. De las disconformidades urbanas. Los odios formales entre  personas que fueron más impuestas desde pequeñas.

Sartas de enfermedades alojadas en la cotidianidad. En la puta vida normal de todo ser. Como uno más en una serie de ilegales. De buen corazón. De sabia alegría y maldad normada. Suplicando. Elevando plegarias a los dioses inventados por la cabeza. Esos que fundan su vida en la historia del planeta.

Y eso es cuando se cae en las rocas que expulsan olas. Esas que arrastran a una mejor vida. O a otra oportunidad. Situado entre roles. Como hijo y como amante. Como sujeto tierno y candente. Que abrazado a una piel con aromas suelta su virtud y su decadencia. Una mezcla de sueños, pena y obscenidades. Sufriendo como niño. Con la única persona ahora que podría no ridiculizar la intimidad. El valor enorme de una niña que más parece una fémina con historias. Con propias tragedias que la llevan a escuchar otras. Por raras que éstas sean.

Y sobre ese cuerpo más pequeño situar algo de verdad. Pero que lleva consigo vergüenzas. Por el acto, por la pena, por la incomodidad. Que sin embargo sirve como trozo de vida. Permitiendo cambiar la tristeza por dosis de energía. Para siquiera existir con gloria y dicha. En eso encaja a veces la escritura. En tierra de nadie. En la frontera de la locura interna y el azar contextual. Entre la vida propia y las circunstancias. Lugar que exaspera. Que molesta y hace más lenta la vida. Y con ello también las gotas. El agua salada de las lágrimas patéticas y heroicas.         

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