Home
Home es la demanda. La última palabra antes de un compromiso. La expectación que se arma en la urbe. Como invocando al cielo. A los rostros elaborados por los hombres y las mujeres. La sideral petición. El acto de fe que se pinta y grafica para hacer de él una existencia real. Puto secreto. Intención vital casi elevada a objetivo del alma. Además que igual se anhela.
Parece normal y común. Y siempre hay quien repite que todo está ‘dentro de uno’. Y a ésos los topas en veredas. Y siempre es mejor cuando alguien aún no te ve. Porque así se puede evitar. No armar nada. Ninguna cosa que sea dicha o incluso una pequeña pena. Entretiene más si esas personas quedan como en la pantalla. Nadando en medio de música de placer individual. Incluso atrás de una ventana. Sobre ruedas. Con algo de viento y un atardecer. Todo para saber que mientras se piensa también se puede soñar. Y en rigor más de lo último debiese ser la vida. O una más alta posibilidad de construir las circunstancias.
Home como hogar. Obvio. Drásticamente objetivo. Simple. Hasta tradicional. Obvio. Patética necesidad. Más bella que una ola de mar. De la exaltación que expira surge la capacidad de sostenerla. Y sin embargo asesina su vergüenza. La que se genera ante la ausencia de conocimientos y voluntad.
Y se ve reflejada. Sí. Y se arma. Se atesora. Se construye. Sí. A todo aquello sí. Y habrán de preparar una montaña de cemento que acabe la falta de pertenencia. Con espacios probados y estéticamente adaptables. Colores y formas que se puedan cambiar. Rayar y destruir. Para hacer en ese piso cualquier instintiva y personal proeza.
El rostro más sabio y cansado en el recoveco más íntimo. Más allá de alfombras de color café y una luz baja. Sin olor. O más bien con olor a tranquilidad.
Ruidoso y sombrío. En otro lugar más a un costado del pasillo. El espacio de la invitada consanguínea. Delineado y dibujado por cada personalidad que alberga su cabeza. La rabia de su infancia. Y la alegría actual. De su rostro una sonrisa leve. Honesta pero escondida. Audífonos en las orejas. Ojos que igual apuntan al mar.
La acabada gran instancia de la felicidad y la gloria. La que se ha de lograr. Aunque demore vidas y locuras. Un gran ventanal. Viento que entra moviendo cortinas blancas. Algo de frío que deja el pelo como helado. Comida a destajo y pura luz natural. Sonrisa intacta. Hasta rico sabor de boca. Su bello rostro para despertar. Amando cada mañana como animal. Y salir de ese lugar lleno de risa. A ver qué más puede pasar.