Una consecuencia
El juego
Cierto código
Cierta incomodidad
Ella juega conmigo. Se divierte con el ansia de mi corazón. Se jacta. Se ufana. Goza la ternura de mis palabras. Percibe el calor de mi piel. Mis brazos que solo quieren abrazarla.
Así es Natasha estas horas. Así ha sido en cada última noche que duermo pensando en ella deseando su bienestar. Toda su alegría. Su eterna felicidad.
Aparece y ríe. La más bella de las sonrisas acompañada de pequeños ojos. O surge con su voz suave e irónica. Mediada por la distancia. Pero completamente sobre mí. Bella. Hermosa. Exquisita en su elegancia. Con su aroma que evapora las arterias.
Y es una dama deseada. Más autónoma que las aves. Libre. Pequeña gigante. Inmersa en su magna aventura. Su propia vida. El vértigo de llevar su corazón bajo esa forma magnética. Cubierto de piel que ansío devorar.
Llama. Vive. Se anuncia. Expresa. Sobrevive. Quiere. No pesca. Se va. Toda una persona. Una mujer genial. Una cruel inocente ironía que tiene mi cuerpo como un balón en el reino de las patadas. Y mí cabeza puro queriendo soñar.