Esclavitud
Un nuevo estreno en la arena de
los deseos. Otro paso de amor. Otro juego. Otro impúdico momento de seducción. De
lasciva libertad pura. De ansío violento.
Un acuerdo. Un contrato de pasión
que da alegoría a los cuerpos. Que deja la mente explotar. Que las neuronas
ardan. Que se quemen hasta las venas.
No es rapto. No es trasgresión. Es
esclavitud. Es el sometimiento del calor. La sumisión de la libídine al placer
de manos y objetos.
Y está ella habiendo sido antes
imaginada. Medio silente. Medio ansiosa. Sabiendo que algo le pasará. Lo cual
no quiere evadir. Sino disfrutar el fuego de su destino. Otro episodio de sus sueños.
Obediente. Deseada. Saboreada
hasta más allá de su piel. Utilizada en desenfreno. Atada en sus manos. Apretada
a la pared. Manoseada en su espalda. Mordida en su cuello. Empujada en sus
piernas y su cintura.
Natasha gime y se contornea. Sufre
pero no escapa. No puede observar. Solo puede sentir y experimentar. Es una cautiva.
Una presa. Una bella dama. Una estrella.
Su piel se moja. Comienza a
temblar y sudar. Nada puede ver de lo que está tras de ella. Solo sabe que le
gusta. Que le causa dolor. Que la abusa y le da placer. Que no quiere dejar de
ser una esclava. Que no quiere frenar.
…Que la quieren. Que la aman. Que
darían la vida por su felicidad…
Liberada y ahora bajo su
voluntad. Se sienta y se mueve sobre tensas rodillas. Aprieta sus manos e
intenta arrancar una columna. Romper de cuajo una cabeza. Se tensa. Inhala. Acaba
de momento con su vida. Y vuelve a respirar.