La noche de las sensaciones


El segundo rapto de su vida. El recuerdo del primer rapto de su vida. Misma víctima. Misma victimaria. El plan urdido para amar. Para romper el cuerpo del otro. Como si quisiera estar dentro. En medio de la vida. Entre sus fluidos. Sus olores. En el eco del sonido que emana de sus bocas.

Niña que se viste de leona. De sedienta vampira. De mítica pareja que clava su marca en el corazón. Que ordena. Imagina y crea iluminada por la baja de luz de la ventana. Envuelta en música para la ocasión. Deseosa. Deseada. Llevada por el fuego interno que da color a su pelo. Seguida por la mirada, el cuerpo, la pasión. Por el respiro acelerado del feliz torturado. Con las manos bajo prisión.

Rapto de dolores distintos. De ceguera extasiada. De múltiples muertes pequeñas. De olor a pelvis. A entrepierna. De espaldas sudadas sin frio que las pueda cortar.

El mágico juego de sexo. De seducción. De amor infinito. Del ingenio fogoso de extremidades libres. De mentes ideales. Incomprendidas. Existenciales.

La segunda oportunidad de felicidad. De vida más real que sus palabras. De llevar entre los brazos el trozo de sol más candente y anhelado. La estrella de luz propia que mueve elegante sus destellos. Que sabe tocar. Moverse. Besar. Que juega en serio y no respeta reglas. Que no teme a volar. A sentir en su cuerpo.

El viernes que Natasha quebró el ventanal. Rompió la puerta. Desconectó la seguridad. La noche de un crimen violento. Ansioso. Sediento. Exquisitamente ideal. El arribo selecto de una piel que se llevó una vida en un viaje de amor eterno.

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