Vanidad
Miras a ese
espejo para ver quién eres ahora. Ahora que ya no puedes ser. Ahora que ves
desde afuera y en cajas de colores cómo otros sueños sí hacen feliz a sus
dueños.
Ahora nada hay. Solo lo que entra por tus ojos. Nada abre tu pecho. Nada hace respirar.
Esperas sin cerebro. Ocupado en ocupar espacios sin mover las manos. Asiduo de honores que nunca llegaron y que aguardan una muerte para salir a cabalgar.
Por qué solo hay ganas de hacer estas cosas. Un cúmulo de labores extrañas. Huidas que se miran con maldad. Con la violencia de un choque de autos. Como un golpe de un familiar. Cualquiera de todos los que nos hemos marchado.
Así es hoy bajo el estanco de las luces. Cenitales que hacen llover sobre neuronas. En una ciudad donde nada ocurre. Y todo sucede desde un asiento en un vehículo en movimiento. Entre el mar y las luces. Ahí en esos cubículos donde algo sí debe pasar.
Esto así tal cual necesita de traspasos y adaptaciones. No quieres estar. Pero mientras asumes que vives. A veces que sonríes. Hasta puede que hables con personas.