Rock and roll
Recolectaban
neumáticos viejos. Iban a la calle para robarlos o pedirlos. Se los llevaban y
guardaban tras el muro entre el basural y la universidad. Los escondían para el
otro día. Para la batalla. Para la alegoría.
Mezclaban
bencina y aserrín en botellas. Las tapaban con un paño asegurado con scotsh.
Hacían varias y las guardaban en la mochila. Las escondían para el otro día.
Para la batalla. Para la alegoría.
Se desplazaban
con mochilas en sus espaldas.
Nada parecía
funcionar de manera normal.
No tenían
pruebas. Las clases no comenzaban.
Todo se
oscurecía. Y comenzaba a arder la calle afuera de la universidad.
Corriendo
estaban y los pacos estaban cerca. Se acercaron por la reja de derecho. Donde
antes estaba la rectoría. No alcanzaron a llegar. Ya estaban las tortugas
ninjas.
El paco miró de
la cabeza a las zapatillas. Apuntó y soltó no más la lacrimógena. Directa la
bala a su destino final. Su propia alegoría.
Pero mi socio el
Manolo justo paró las manos. Tenía tomada la ‘onda’. La resortera. Puso las
manos frente a la cara. Pero lejos de ella. La lacrimógena dio en la ‘onda’. Y
se fue para arriba. Arriba de la cabeza. Pegó atrás. En las escaleras. Llenó de
humo el lugar. Y entre la desesperante niebla. Salimos corriendo. Logramos escapar.
Y el Manolo se
salvó de cuea.