La abatida
Ciego de la pena. Helado. Solo con
fuerzas para estar sentado. Caído. Agotado. Estropeado.
Pocas veces mi vida era llevada por
las olas y nada podía hacer. Es la noche más triste. La ola más helada y larga
del mar. La única noche real de mi vida.
Doblado. Enterrado. Sin lugar
donde ir. Sin poder llamar. Solo en estado de agonía. Donde todo es recuerdo. Donde
todo se junta en pocas imágenes que son espadas. Que son golpes de una energía
que no puedo controlar.
No había sido así. Que explotara
por todo lo que no he finalizado. Por todo quien he dejado. Cualquiera de ellos
que ahora serviría. Para tener de ayuda. Para solo ver que también hay más
personas. Que existe otro lugar.
He aquí el poder de la emoción. De
todo aquello que no se atiende. Y que de pronto solo arremete.
Pienso en mi papito. Él huele
rico. Es re lindo. Siempre me cuidó. Yo estaba a salvo. Y ahora es viejito. No lo
tengo acá conmigo. Él habla poco. Siempre me ha costado entenderlo. Y lo quiero
tanto.
Mi hija debe estar igual. Sola. Más
sola y tan sola como yo. Mirando al cielo estrellado preguntando sin bases ni
piso. Agotando esa espera que de tan triste llega a ser irreal. Mirando alrededor
solo desconocidos. Ninguno consanguíneo. Personas de buena voluntad que han
cuidado su persona. Mientras su familia enferma. Mientras su familia se aleja.
Quisiera llamar y hablar. Abrazar.
Que me escucharan. Que pudiera solo mirar mientras me hundo en mi vergüenza y
mi pena.
Es el momento donde más he
necesitado su presencia. Más que todos los bellos días que hizo de mi vida. No
confío en nadie más. Nadie más que pueda verme ahora. Así tal cual. El instante
más bajo de la existencia.
Y ella no está. Y no estarás más.
Se ha ido en el vuelo merecido que nadie puede aplacar. Nadie ha de cortar. Una
luz que duele en su retiro. Que quema mientras se apaga para guardarse en la
oscuridad. La misma que hoy me ataca. Que nunca me dejará hasta que muera.
Ese hilo delgado que sostiene la
vida cuando todo se ha ido. Ese hilo pequeño que aguanta el cuerpo separado de
los latidos. Ese pedazo de vida está ahora solo en la existencia. Sin más que
la propia alma. Cualquiera sea esta. Y en cualquier lugar.
Algo hoy y ahora debió cambiar. Ojalá
así sea. No aguanto una más de estas abatidas.