El desalojo


Mientras él miraba, sus ojos cada vez más parecían ceder al dolor.

El tipo aún era joven. Anteojos. Dientes sin cuidar. Un pelo muy normal y dialecto de latinoamericano.

Apunto estaba de exhalar por última vez. Y no es que quisiera morir. Sino que su cuerpo ya no estaba. Ya no daba. No daba otro día. No daba más.

Y pensó ante sí en la última sopa que cocinaba en su cocina. La sopa más mala que haya preparado. Pero la única sobrevivencia que él tenía. Cada sorbo fue una ilusión. Cada trago, un recuerdo. El olor, la imagen de su pecho hundido. Esa fue su última visión. La versión final de su cuerpo.

Los trece es una edad horrorosa –Pensó-

Y feliz está de darse cuenta que muy viejo ya está de eso. Los años pasaron rápido. Veloz como el mismo cliché. Y de niño a lo menos tenía comida. Y de joven a lo menos libre se sentía. Hoy que respira y respira sin fuerzas. No sabe dónde encontrar su vida.

Nunca ha sido atajado por nadie. Ni por horarios, ni por trabajo. Es un loser y la vez un héroe. Un húsar urbano del tercer mundo perdido en la provincia de un país chico. Tal cual sentado en su cama. Apunto de estallar.

¿Será una vida más entretenida que otras? Quizás sí ha ganado menos dinero. Pero es también parte del sueño latinoamericano. Contrario a hacerse la américa con el oro.

La vida es conectar con otros. Eso mientras se conecta con uno mismo.

Toda la gente que uno conoce son imposiciones culturales. Dos hermanos puede que no se quieran. Se pueden odiar. Una madre puede no estar dispuesta a todo. Puede ella decir con mi hijo ya no. Tiene que se capaz de herir a otros. De romper. De tomar la decisión y decir bueno, adiós.

Él quebró. Se quebró. Lo sacó de su vida. Fue su término. Puedes tener amor o familia. No los dos.

Volvió apretar sus dientes. Se recostó de lado. Buscó comodidad en su cuello. Mientras soñaba con orinar subía su fiebre. Nunca supo qué tenía. Solo que se infectó. Se invalidó su sangre. Se hizo más normal que una madre ausente.

Dónde estás ahora. Nadie va cuidar de ti. Nadie hará tu comida. Limpiará tu ropa. Hará tu cama. Nadie irá a buscar tus sobras cuando explote el jardín de las neuronas. Cuando limpien la cama, el piso y arrienden la pieza a otra persona. 

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