Mensaje de antaño


En el peor de sus años. Desde 1808 todo había cambiado. Había empeorado. Su no fuese por su rostro. Su olor y la inmensidad de su personalidad, no habría existido. No hubiese estado presente ahí.

Hoy terminando 1813 algo ha variado. Nada nuevo comenzó. Solo una puerta más se abrió. Nada extraño. Lo desconocido no es ni malo ni raro.

Afuera solo viento y desierto. Estaba sentado en la oficina de siempre. Bajo luz de vela con ese sonido natural de cera caída por un sendero. Que irrita. Que descompone. Un espacio blanco sin concepto. Mal construido. Hecho sin pasión.

Sentado estaba en la silla de siempre sobre la alfombra sucia. Llena de pelos de hombres y mujeres enrollados como una basura. Miraba la ventana. Atento estaba malgastando sus ojos. Cayendo enfermo por el brillo de la luz. La del techo, la vela y un madero encendedor. Apestado. Solo por fuera y por dentro. Esperando por comer y porque no duela su cabeza.

Una lata cotidiana para la producción social.

Abrió su buzón… y esa carta cambió todo…   

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