Test response
Por qué me excita tanto verla. Tenerla
frente a mi alejada por circunstancias. Por decisiones.
Esos labios. Esa piel. Esa
espalda con pecas y lunares. Desembocando en su hermoso trasero parado.
Aguardando debutar. Pidiendo amor y gimiendo dolor.
Su boca siempre seca. Salina.
Soleada. Besaba con ansiedad y chupaba con desesperación. Fue un amor. Una
pasión. Una puerta siempre abierta a los mejores desayunos y apariciones
clandestinas.
La amé. Mucho. La amé. La poseí. Fui
su hombre. Su guardián. Su dueño.
Nunca dijo que no. Cumplió mis
deseos. Posó para mí. Me respetó. Sacó mis pelos de sus recovecos. Se puso de
rodillas y me pidió perdón mientras me besaba a la mitad mirando hacia arriba.
Bella puta. Hermosa perra. Sumisa diva de manos grandes y furiosas.
Nada de nuestros cuerpos quedó
sin disfrutar. Y solo un día ya no estaba. Se retiraba en medio de mi rabia y
cierto dolor.
No fui el primero en su boca. No
en su vagina. Sí en todo lo demás. Ella hizo de sus manos un ingrediente
erector. Un imán hacia lo alto que provocó más corridas de lo normal.
Nuestra vez primera fue en un
motel. Luego de café, helado, vino y ron. Veíase preciosa. Bella. Trabajada y
moldeada. Hembra deseada y deseosa. Rica como los mangos de su juguera. Alta
como mi miembro junto a ella. Profunda y mojada como sus agujeros.
La perdí cuando opté por ella.
Cuando sus ruegos convencieron a mi corazón. Yo decidí. Ella me embriagó. Y
nunca más hice el amor de forma más pervertida.
Perra fogosa de ojos pequeños de
color. Deportista por esencia. Rescatadora. Salvavidas. Un pez en el agua y una
heroína en la cama. En el suelo. En el sillón.
Solo hubo un impedimento. Una
historia que nunca la soltó del pelo y dejó de golpear su piel.
Y hoy aquí está. Nuevamente entre
estas paredes donde nos conocimos. Donde un café me invitó. Donde mis ojos no
la perdieron más. Desde donde día y noche nunca más sacó sus manos de mi cuerpo.
Y al no poder más y descansar. Seguía aferrada a él.
Y hoy aquí está. Justo en frente.
Igual a la primera y la última vez. Igual a cuando lloraba y reía. Cuando
clamaba de dolor y placer.
Justo ante mí. Hoy lejana e
infiel. Rodeada de otros brazos y otra piel. Mirando a mis ojos vaticinando lo
que escribo. Gozando mi pérdida y mi erección. Disfrutando de su belleza que
hoy yo reclamo y que no tengo a mi lado.
Canta. Habla en idiomas. Nada
como nadie se atreve. Se esmera y vive solitaria. Abnegada a su hijo y sus
recuerdos de brillo y papel.
Deseo sus manos en mi espalda y
su rostro pegado a mi pelvis. Quiero estar con ella. Jugar. Mecer sus glúteos
acercándolos a mi cuerpo. Rodeada por detrás y por delante siempre viendo sus
pechos. Chupando su piel. Acariciando cada parte de su vida que se estremece en
medio del calor y la transpiración.
Lo siento y lo sé. Sé que su piel
busca ser violada por mi soledad. Mi soledad añora comérsela.
No hay mujer más bella en este
lugar. Mujer que sueña bellos idilios y juegos sexuales pasajeros. Mujer de
tríos. De múltiples orgasmos. De orgasmos múltiples. De placeres cuando baja el
sol.
Todo lo tuve con ella. Todo lo
perdí frente a ella. Amaba mi corazón y jamás pude honrarla. Solo supe
someterla. Tirar de su pelo mientras habría un nuevo agujero de su corazón.
Necesito salvación. El agua que
corre por su cuello.
Nunca pedí disculpas. Disculpas. Sí. Muchas para ti.
Debo
hacerlo una vez. Aunque nada de ella quiera tenerme dentro de sí.