Trozo de bienestar
Sucede que al caminar se respira.
Ves alrededor y respiras más fuerte. Observas y ves poesía. Ves fotografía. Ves
imágenes que salen de películas. Ves música que acompaña esa vista. Eso que
parece bello solo por existir en ese lugar.
Y así tienes minutos de alegría.
Cierta felicidad que mantiene en pie. Trozos de imágenes que se enlazan al
cerebro y que sirven de color y forma a los pensamientos. Y la música siempre
está en la cabeza aun cuando no vaya pegada a los oídos.
Solo bajo al agua. Solo en las
calles. Solo bajo el sol.
Y recuerdos que vienen a desechar
las ganas de morir. Proyectos que atesoran anhelos. Latidos que reviven la
conciencia vital.
Solo momentos. Minutos pequeños
en una vida pasajera que se extiende más de lo que se puede aguantar.
¿Qué haríamos sin una mente
creativa e imaginativa? ¿Qué haríamos sin esos mundos paralelos que solo son
reales en la propia vida?
Rollos les llaman. Y tal cual
son. Son películas. Son imágenes musicalizadas que hacen feliz la miserable
empiria urbana.
No. No hay fotos ni cotidianidad
que mostrar. No. No hay un muro donde escriban otros. No. No hay ruedas. No hay
techo. No hay ropas. No hay mujeres de fantasía ni cuerpos operados para
destacar. No hay cuentas bancarias. No hay pantallas Smart ni grandes
decisiones empresariales. No hay cánticos masivos ni populares. Menos árboles
de navidad. No hay asfalto ni alcohol ni drogas que despierten o adormezcan.
Lo que hay no existe en este
lugar. No de esta forma y nunca bajo conformidad.
Por eso el orgullo es tan grande
como el planeta.
Qué saben de ironía e
irreverencia.
Felicidad pura. Que a ratos se encumbra.