Citas estratégicas


Aun con eso teníamos nuestros momentos. Pocos. Vagos. Muy aislados. Éramos irónicos y burlescos ambos. Y, en ocasiones, nos reíamos de defectos y tragedias de otras personas, de vecinas y señoras que mi mamá conocía. Pero lejos la mayor satisfacción de mi madre, aquello que podía hacerla olvidar mi más profundo insulto, mi más radical cagada, aquello que hacía que incluso me diera plata, era la presencia de una niña. Una amiga. Una polola. Lo que fuera. Cada vez que estuve en compañía de una mujer cambió el concepto de mi madre hacia su hijo. La motivaba. Se alegraba. La ponía hasta buena onda y una gran amiga. Me daba permisos y dinero para gastar. Increíble. Resultaba asombroso ver su cambio de actitud frente a una preadolescente. Se transformaba y, a mí, me arreglaba todo el panorama. Con el tiempo esta situación, obvio, se convirtió además en una estrategia. Yo, para poder salir con plata, inventé muchas citas.    

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