Autonomía


Cierta vez llegó un tío. Uno de sus hermanos. Venía de Valparaíso arrancando de un robo que cometió. Se vino a ocultar al norte. Bien lejos. Y ahí se hizo el huevón. Llegó como de visita y se quedó cincos largos años. Con esto, mi posición en casa fue aún más desventajosa. Se coludían y se potenciaban. Eran dos adultos sin educación contra un adolescente en proceso educativo. Qué saben de carácter. Jamás me hicieron cambiar de parecer y menos doblegarme. Estaba solo y solo me defendía. Lo que me hizo sentir orgulloso de mi autonomía. No soporté mucho todo esto. A él no lo hablaba. Y cuando lo hacía, trataba de evidenciar su ignorancia. A ella con suerte la miraba. La odié. Lo reconozco. Hoy ya no, pero me cae mal. Eso nunca cambió.

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