Mezclando


La Coni –Constanza- la pitonisa del cambio mundial, es mí ex. Quedé pegado con su revelación. Ahora voy a seguir las señales. Todas. La música es mi vida. Mauro, también lo piensa. Lo dijo el otro día. Alejandro dejó la pega en la escuela y se va dedicar a tocar. La raja. Yo tengo que puro hacerla. No sé si terminar la carrera.
Con Alejandro invitamos a Mauro para ir a Playa Blanca. Es buena onda. No lo conozco hace tanto, pero hay buena vibra. El huevón me está conociendo recién. No tiene idea, jaja. Vamos a una fiesta. Una poolparty de unas minas chicas. Y ya está toda. Le voy a decir a la Coni que dejamos la cita para la otra semana. Espero que no se quiera suicidar la huevona.
Nos juntamos temprano. Pasamos por unos churrascos y algo de agua también. Hay que hacerlo. Después más tarde da la media sed. En la botillería, Mauro, por agarrar unas botellas, casi le agarra una teta a una señora. Me cagué de la risa.
Nos fuimos compartiendo en el camino. Había de todo un poco. La carretera estaba vacía. Pocos autos. Como siempre, ninguna estrella. Si bajábamos la música, se oía el mar.
Me encanta mezclar. Mezclar la vida. Mezclar la música. Pero ahora, en realidad, quiero puro pescarme una mina. Es lo único que me interesa. Estoy pa la corneta. Más encima a Alejandro se le ocurrió decir que yo era ‘el pene de Chile’. Qué sobrenombre. Qué carga. No puedo fallar. Me huevean con eso. ¿De dónde sacó eso Alejandro? Igual he tenido algunas pololas. Pero, ¿ser el miembro de todo un país? No sé.
Instalamos los equipos en el patio. Nos querían poner donde estaba el perro, pero dijimos que no. Más encima había una ampolleta que alumbraba todo. Nada que ver. No pasa nada con que todos te vean. Mauro nos ayudó y con Alejandrito instalamos los cables. Una de las cumpleañeras –la cuerda- se rajó con unas coronas por mientras. Mínimo –yo pensaba. Al lado estaba una piscina de cemento con globos de colores plateados. Y más atrás un baño sin luz. Íbamos de a uno.
Había una pendeja. Bonita. Estaba exquisita. Se creyó todo el rato. Sabe que la miro. Igual ella mira y se hace la loca. Es la number one de ahí. O al menos la número dos según Mauro. Está sentada afuera con un burgués que no la suelta. Puta la mina rica. Mientras tocaba la miré todo el rato a ella.
La otra cumpleañera que estaba muy exaltada hizo parar la música para tirarse un piquero en la piscina. Todo muy Festival de Viña la huevada. La mina gritó de arriba. Desde una ventana. Quería que la anunciaran. Bajó las escaleras con una corona en la cabeza –que yo hubiese querido que fuera de espinas- y con una bata blanca. Atrás venían sus amigas con cara de vergüenza ajena. Y parece que ‘la reina’ era pareja del dueño de casa. O por lo menos el tipo se la comía.
Después del piquero se quedó sola en la piscina. Las amigas no apañaron y nadie más se bañó en ese rato. Con los niños solo nos mirábamos. Igual no era mala. Algo tenía. Pero estaba muy curada. Y tenía guatita. De repente se salía de la piscina y se volvía a meter. Cuando estaba afuera quería que yo le pusiera la bata. Sale. Más encima después se le perdieron los zapatos. Yo recordé a La Cenicienta.

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