Viento nada más queda

No recuerdo haber pensado otra cosa. Desde pequeño las imágenes decían de mí que solo estaba en un asiento sobre un tren o un bus yendo hacia un lugar que no conocía. Donde me iba ocultar de mi propia vida. Donde no tendría recuerdos ni memoria. Donde no habría espacio para pensar.
Y todo paso que di lo hice pensando en la revancha de los ciclos. En el día en que me doliera sentir de verdad. Entonces todo lo fui botando. Nunca guardé nada y nada tampoco atesoré. Me divertía la disfunción. La irresponsabilidad. No cuidar de nadie y no tener cuidado.
Esperaba que me golpeasen. Que me dejaran aislado en un lugar abierto. Como una celda desértica. Con mucho espacio para caminar y llegar a ningún lado. Con el sol para secar las lágrimas diarias que aplazarían morir de sed.
Y todo lo fui botando…
Ninguno de mis hijos vi crecer. A todos ellos los maté. Nunca me jugué y hoy por eso pago. Hoy se apoderan de mí los nervios de los viajes clandestinos. Los dineros destinados a matar. Las penas que no me importaron. Las sonrisas tontas de las huidas. La insensatez. La inseguridad. La ignorancia. La cantidad de veces que no me atreví a construir un hogar y cuidar de sus nacientes miradas.
Heme aquí entonces recibiendo con gusto y merecimiento el castigo. El odio interno y la vergüenza terrenal. Todo ha caído que a mi lado estuvo alguna vez.
Y ya nada es hermoso. De tan penoso hasta las estrellas se han aburrido…
Me declaro ajeno, extraño, malo, irreverente y desconsiderado. Solo, pesado, arrogante y creído. Triste y avergonzado. Una silueta sin rostro en un patético día nublado.
Cómo deseo ahora otra vida…
O desaparecer. No volver. Quedar en medio de pantanos y rocas fogosas. Viendo todo lo que pudo ser y nada de lo que he logrado.   
Adiós dulce estrella de mis mañanas más alegres. En el pálido latido que cada vez es menos, siento que mereces el más lindo sueño de vida real.
Mi admiración y mi respeto… porque en definitiva quien más juzgó hoy quedó abandonado…
El tiempo te dio la razón… 

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