Desde una fotografía

Desde su foto. Qué no le haría. Cómo convertirla a ella en un ser real. Que lo es. Que existe. Que está en un lugar lejano a la distancia y cercano al amor. Deseada silueta de niña que crece como una mujer soberana. De labios gruesos. De ojos grandes. De talento infinito y desolado corazón. Sueño con sus mañanas. Con sus latidos y suspiros. Con los gemidos que abrazada a mi despliega de su boca. La quiero. Le quiero. La deseo como una presa de animal en temporada seca.

Y entonces veo de sí preguntas eternas. Una mente creativa. Una vida casi sin carencias, pero con esferas abiertas que destrozan un corazón. Por eso el talento innato. Por eso sus letras magnas y sus diseños de profesional. Cómo no he de tenerla si se transforma cada día en un amor de mi vida. Si de solo leerla me siento atraído por ella. Cercano a ella. Pegado a su vida. ¿Por qué tan lejos? ¿Por qué no en mi hogar, en mi pieza, cerca de mi cama, atenazada con mis brazos y pegada a la pared? ¿Por qué no con mi boca mordiendo su cuello y hablando a su oído?

La quiero para mí y de ella solo recibo sus cariños cibernéticos. Pero sé que su corazón me recuerda. Sé que nos soñamos como aquello que inspira y no se hace realidad. Como la vida que debemos recorrer en otras vidas. Como si en un pasado fuésemos pareja o hermanos, o tal vez yo su mascota y ella mi propietaria. Como si nuestra vida dependiera de estar juntos. De vernos cada día. De besarnos luego de comer helados. De no ir a ningún lugar que no sea el mismo techo, la misma habitación, las mismas estrellas que permitieron nuestra cercanía idolatrada.

La extraño y abrazo su imagen. Sé que aun siendo una foto, esos ojos grandes y hermosos han estado observando los latidos de mi desazón…

Yo quiero una imagen a tu lado…      

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