Criminalidad
El problema es que no me gusta
pensar. Que estoy mal educado. Que mi familia es disfuncional. El problema son
los hábitos. La niñez. La escalada de elementos sin aprender. Son las torturas
de una madre y la permisión de un papá. La soledad de los miedos y las
inseguridades. La tierra seca y las rodillas manchadas de sangre.
Y en ese contexto no para el
tiempo ni espera la historia. Solo tienes que crecer. Aferrarte a una
adaptación sometida. A un andar impuesto y distorsionado. A los conocimientos y
modales. A las horas, los plazos, las responsabilidades. A todo aquel que ve en
un respiro un árbol que enderezar. A las órdenes de los frustrados y la alegría
de los desconocidos.
Y ahí estás creciendo en
purgatoria. Entre olores de comida de casa y mala música que suena de la radio.
En un patio lleno de cajas. En techos bajos y maderas gastadas. Las malas
palabras se reproducen en la acera. Y suenan sirenas. Corren ladrones. Escapan
hijas con hijos adentro. Se ahorcan viejos heridos y pelean los somnolientos.
Todo es alcohol. Una que otra
piteada. Pastillas para vivir y ropa usada. De felicidad nada. De esperanza
poco. Solo rabia y una imaginación extendida. Quieres irte, huir, descansar de
por vida. Pero ni para eso existe la valentía. Entonces observas y te
conviertes en un criminal.