Ignorante corazón

(…) de ella y su recuerdo. De la memoria que dejó entre las paredes de esa habitación, en todo el departamento, en la cocina, el en balcón. Alejandro bebía el café rápido, casi con asombro y ansiedad. Ya era un hombre, no un hombre mayor, pero sí un adulto acostumbrado a las despedidas. Aun así esto era distinto. No podía creer haberse enamorado de una mujer como esa. Como ella. Ninguna teoría ahora lo ayudaba. Solo le quedaba recordar y dejar que el tiempo pase con su acostumbrada sanidad. Sin embargo, para él era increíble. Una prueba más de la incertidumbre de vivir, de sentir, de desear. Y otra prueba más de lo poco que sabía de la vida.
Pensaba, ¿cómo fue a pasar? Había cuatro mujeres importantes en su vida: Patricia, María Bernardita, María José y ella, Antonia. De todas se enamoró. Las amó. De todas absorbió su amor hasta que todo se hubiese vaciado. Las primeras, grandes mujeres. Damas de noble intención y corazón desinteresado. Cada una en su época y contexto, le había enseñado a comportarse, a sentir y amar. Siempre fueron un amor de verdad y nunca después de terminada la relación las volvió a tener en su pieza, en su cama. Cada una –y él- se tomó su tiempo para olvidar, conocieron luego a otras personas y se volvieron a enamorar. Ellas en sus familias constituidas crecieron y formaron luego sus propias familias. Hoy las admira y, a veces, las extraña. Más allá del sexo –cree- son personas, grandes personas, de las que perdió su compañía.
Antonia... Antonia no. La Anto es distinta. No solo es más joven que él, once años menos que él, sino que además es desenfadada y desinhibida. Quiso cambiarla o, al menos, intentarlo o acostumbrase a ella. Pero no pudo ser. La amó, nuevamente, hasta secar y apagar todo latido. Luego no pudo dejar de verla. Y eso fue inquietante. Fue un amor real, verdadero y hermoso, pero no hubo respeto por tiempos y mentados duelos. ¿Qué es eso? –se preguntaba. Y ahora que lo piensa, cree que debió tener mayor voluntad. Antonia lo manipula y lo utiliza. Él feliz se deja. Ella, en su libertina felicidad, cautiva sus manos, su pene y su boca.
Antonia tiene familia disfuncional, como él. Será la primera profesional de su familia, también. Pero ella nada lo cuestiona. No tiene trabas. Despliega una ética distinta. Para ella nada es malo si se desea y toda persona puede hacer lo que quiera con su cuerpo, su mente, su corazón. ¡Puta de mierda! La piensa y la odia. No está bien que lo diga, lo sabe, pero se odia a sí mismo por no ser capaz de entender. 
Antonia se operó, trabaja su cuerpo. Seduce. Habla, mira y camina dejando celo en las calles. Se define como una chica libre y tierna, mientras que para él no es más que otra maraca. ¿Qué se habrá creído? ¿Cómo tuvo la desfachatez -por ejemplo- de ponerse a tirar con él poco después de terminada la relación? Y más encima viendo a otros tipos de forma paralela. Cómo pudo aguantar eso en su vida –en realidad se pregunta. No hay respuesta. No lo puede creer.
Le carga ese estado. Le carga recordarla. Lleva meses tratando de sacarla de su vida y de la cama, pero ella desaparece un tiempo y luego vuelve con mensajes o llamadas. Nada le importa su corazón, solo quiere sexo. Lo busca por lo bien que se la tira. Porque hace lo que le gusta y la hace acabar. Lo peor es que le pidió que lo hicieran sin condón. ¡Sin condón huevón, sin cuidarse! Y que solo sería con él no más, porque con los otros huevones sí se cuidaría. ¿Acaso sería eso como un acto de fidelidad? Perra mal educada sin sentimientos ni tacto. ¿Cómo, luego de años de relación, lo reduce a un pico más que se come en su vida? No, no lo puede soportar. Piensa de ella lo peor, pero a la vez la respeta, la quiere y la admira, cree. Solo espera que termine su carrera, que sea profesional, que deje de trabajar en bares y discotecas. 
Antonia le hizo mal. La considera lujuriosa, negligente y cuma. Una mujer cuya compañía es peligrosa. Mejor es dejarla ir y soportar por un tiempo. Nada nuevo al final... 
Reconoce Alejandro, a estas alturas, que es uno de los más grandes amores de su vida (…) 

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