Padres
Mis padres tuvieron sus
momentos. Sé que él la conquistó con poesías escritas a máquina. Ya mayor, a
los treinta años, mi padre se enamoró por primera vez, creo, y única tal vez.
Ya había tenido antes otras parejas. Tuvo un hijo también. Un tal Marcelo.
Mucho no sé de él. Lo vi un par de veces a cuando iba en segundo medio. Un día
sonó el timbre, abrí y el tipo se presentó como mi hermano. Pero esa es otra
historia.
Volviendo a mí padre, él
siempre fue un tipo solitario. Salió de casa a los dieciséis años. Trabajó en
todo lo que pudo y casi todo lo que existe. Viajó a la Argentina
contrabandeando abarrotes. Durmió en fincas, plazas y puteríos. Vivió en
Quilpué, Villa Alemana, Santiago, San Antonio, Rancagua, Quillota, Mendoza,
Buenos Aires, Tiltil, Quinteros, Concón, Antofagasta y Arica. Era –es- un astro
con el balón en los pies. Seco, en serio. De chico recuerdo que lo iban a
buscar para jugar a la pelota. Lo pedían de todos los equipos como refuerzo. Fue
delantero, nueve, goleador, promesa de gol y dolor de cabeza para los rivales.
Mi papá la cagó. Acompañarlo a la cancha era un orgullo y un espectáculo. Tenía
piernas musculosas. Todos decían que yo iba ser igual, pero mejor no hablemos
de eso.
De mi madre sé que ganó
una apuesta que hizo con su mejor amiga cuando tenían diecisiete años. ¡Qué saben
de seriedad! Y dado eso –su triunfo- atinó con el amor de su vida, o sea, se
agarró a mi papá. Ella tenía diecisiete, él más de treinta. Ella vivía con su
familia. Ella quería escapar de su familia. Él vivía solo. Él también quería
escapar. Quería escapar de su propia vida.
Mi madre es una persona extraña para mí. Su familia me quiere, me quiso, pero nos distanciamos. Fueron ocho hermanos. Eran nueve, el primero murió al nacer. Son de campo, no son huasos, son rurales, pero con aspiración. Yo los veía cada verano en San Pedro, un pueblo al interior de Quillota, en la región de Valparaíso, hasta que me peleé con ella y me fui de su casa. Entonces nunca más viajé.
Mi madre es una persona extraña para mí. Su familia me quiere, me quiso, pero nos distanciamos. Fueron ocho hermanos. Eran nueve, el primero murió al nacer. Son de campo, no son huasos, son rurales, pero con aspiración. Yo los veía cada verano en San Pedro, un pueblo al interior de Quillota, en la región de Valparaíso, hasta que me peleé con ella y me fui de su casa. Entonces nunca más viajé.