Aquellos días

Nuestro viaje anónimo. La fuga y trasgresión…
Nunca más de ti volví a saber…

Día uno
Mis manos rozan su espalda. Las llevo hacia adelante y aprieto su piel. Así desabotono su blusa. Y arranco lo que me separa de sus pechos. A ella muerdo su cuello. Procedo con tierna violencia. Miro sus ojos claros llenos de brillo. Me apresto a entrar para no salir más.
Aún no he de besarla. La quiero saborear…
Paso mi nariz por distintas texturas. Siento que respira fuerte. Sus manos se inquietan. Muevo el cuerpo sobre ella, sobre la cama. Llego a la matriz. De afuera hacia dentro llevo los labios, la lengua, la saliva. Raspa mi barba su piel afeitada. Me dispongo a sentirla temblar.
De rodillas sobre la cama. Dando la espalda a su idolatría. Sus manos entrelazadas como falsas esposas. Inmovilizada. Cabeza atrás. Tensa como la oscuridad. Sudada como fruta en almíbar. Soporta con delirio el origen de su apertura, el avanzar intenso de un molde de carne que vivirá por esa noche dentro de su vagina. Para más tarde despertar punzando su boca. Aún sin habiéndola besado. A ella mi compañía.
Sobre un sillón. Sus brazos extendidos. La vista hacia atrás y tirada del cabello. Cabalgando estoy en su columna. Violentada. Sorbida. Amada. Tratada como perra. Como princesa en su noche más impúdica. Empujada a la pared. Abierta de piernas. Deseada como única mujer de la galaxia.
Sueño con un beso de su boca…           

Día dos
Me siento a un costado. Comienzo a observarla. La sábana dibuja su hermosa silueta. Su cuerpo luce como pieza de arte bajo esas tapas blancas. Conmueve. Se ve preciosa. Como un sol cuyo brillo y calor encandilan.
Poso una de mis manos sobre ella. Muy despacio, muy callado, sin ningún ruido ni brusco movimiento. No quiero despertarla. Solo acariciarla. Solo admirar a esa mujer que está en esa cama.
No puedo dejar de verla. Tampoco de tocarla. Me acuesto de costado junto a ella. Respiro y comienzo a tocarla. Ya sin tabúes y menos vergüenza.
Meto mis manos bajo las sábanas y bajo su ropa. Toco suavemente su espalda. Una piel suave. Única. La única piel que puede enloquecer. Subo un poco su blusa y la huelo. Absorbo su olor con cada respiro. Llevo su esencia tan adentro que envenena. Ella es mía.
Bajo un poco más mis manos y llego a su calzón pequeño. Una suave tela. Diminuta y fragante. Y pongo mis dedos por debajo. Ella se mueve un tanto, pero no despierta. Sigue durmiendo, pero se mueve para ofrecer más su cuerpo. Y entonces sigo en mi aberración. En ese sueño hermoso y lascivo que guardo en mi corazón hace ya tiempo.
Comienzo lentamente a bajar esa suave tela que cubre ineficazmente su cuerpo bajo su espalda. Lo hago con cuidado, suavemente, sin apuros ni sobresaltos. De a poco la voy desnudando. Mientras olfateo sus muslos, sus pantorrillas, sus pies. Saco completamente su calzón dejando libre su sexo depilado.
El amor frente a mi desnuda y sin saberlo. Y no me siento mal por eso. El delirio puede más que la razón. Y mi corazón es hoy un loco.
Saco las tapas de sus pies. Me poso tras de ella. Me abalanzo despacio hacía su agujero.
Procedo a lamer sus nalgas. Lamo todo en ella. Huelo y lamo con ansiedad. Cierro los ojos y respiro profundo. Estoy loco, extasiado, a punto de explotar. Ella se mueve muy despacio. Y en un acto reflejo, abre sus piernas. Entonces bajo mi boca hacia su vagina. Lo hago muy lento. Y saco mi lengua completa para comerme esa piel mojada. Ella vuelve a moverse. Hundo mi lengua dentro de su cuerpo. Y como de ella como si fuera mi último deseo.
Lamo hasta que está muy mojada. Entre sus fluidos y mi saliva un orificio invita a entrar. Se abre dócil y lento. Como hambriento, como sediento de calor, queriendo pertenecer a otro cuerpo. Me detengo y me recuesto a un costado. No hay nada que pueda pensar. Solo siento, solo salivo, solo babeo. Solo dejo que el corazón se me salga por la boca. Me acomodo. La busco. Una vez ahí, la penetro. Embisto y empujo hacia adentro con la fuerza de un asesino y con el amor de un enfermo. Ella de súbito despierta. Gime, grita. Pero nada puede hacer…
Ahora tiene dueño…

Día tres
Acompañado de su vida. Su figura. Todo su ser. Bajo esos ojos de color claro. Envuelto en sus manos blancas suaves que desembocan en mágicos dedos. Más suaves que el viento de la mañana. Encantado. Enamorado. Caliente. Sudado bajo su vientre. Rozado de eléctricos vellos con puntas luminosas. Más allá sus piernas inquietas. Sobre mí por completo una lengua que no tiene fin. Sus pechos como el más sabroso pastel de placeres. Su vagina en mi rostro, en mis manos, cubriendo mi miembro. Todo su ser encima de mi corazón moviéndose con energía tribal y libidinosa. Como mujer que ama. Mujer que come de su amor.
La vuelta es rápida. Enérgica. Es mi turno dominar. Cogerla. Violarla. Buscar el sabor de su piel. El olor de su vida. De sus alegrías. De sus rabias. Mascar de a pedazos provocando dolor a su cuerpo. Entregando amor como golpe eléctrico. Con ego y poder. Con dulzura. Con ansiedad lujuriosa. Con gravedad.
La tengo y hundo el mentón en medio de su cuerpo. Salivoso. Viscoso yo y su cuerpo. Transpirados. Soltando el vergonzoso amor de los animales ocultos en la selva. Sembrando de estrellas una pieza, una ciudad, la naturaleza.
Busco como un perro un duro trozo de piedra pequeña. Cuando embisto suenan sus quejidos. Se abre su boca. Se cierran sus ojos. Su pelvis salta y mi cuello con ella. No la voy a soltar hasta verla derramar. Me alimentaré de sus entrañas. De su esencia de hembra, de reina, de atrevida niña inquieta.
Me engancho tras de ella. Muerdo su cuello. La acomodo. Me deja. Subimos a un sillón como un bote en el mar. Me meto. Se lo hago. Me lo hace envolviendo mi corazón con su cuerpo. Voy cuando va y va cuando vengo. Chocamos. Suelto. Aprieto. Danzamos. Cabalgo. Lo recibe. Hacemos el amor. El amor más hermoso. El amor de hambrientos. De enamorados dispuestos.
Caigo a ella. Sobre ella. Para ella. Detono en su cuerpo. Me uno. Me acepta. Mira atrás y abre su boca. Me acaricia, me come, me besa. Me quejo y se queja. Vivimos en ese lugar. Somos habitantes de los cuerpos. Dueños del corazón. Humanos tirando como desquiciados animalescos.
El olor hace un nudo de nosotros…
Seguimos así ese día y esa noche… ofreciéndonos nuestros cuerpos…

Día cuatro
Me acerco y me abalanzo sobre ella. La beso con fuerza, mientras el latir de mi corazón aumenta. El destino me pone frente a ella sólo hasta hoy y mi cuerpo no desea más espera. La beso con más fuerzas aún. Tomo su cuello, bajo su nuca. Su cuerpo es pequeño en comparación con el mío. Sus minúsculos detalles se acoplan casi a la perfección con mis manos. Me adueño de su piel, lleva su cabeza hacia atrás y lanza un suspiro que abre una ventana hacia la magia y el deseo.
Yo no quiero esperar más. Mi mano toma su pelo. Gime con algo de dolor. Ese dolor mágico y excitante que quema e invita a continuar el juego de caricias. Mi otra mano viaja hacia su cintura, bajo su blusa. Ella y yo sabemos que hoy no será sólo un beso. Ella y yo sabemos que mucho hemos esperado.
Sus manos se apoderan de mi cabello, su boca de mi boca. Ahora es para mí.  Mis dedos exploran el final de su espalda y la empujan hacia mí hasta unir nuestros pubis. Sus ojos se abren frente a los míos y en nuestras bocas se dibuja una amplia sonrisa. Nuestros labios duelen de tanto besar.
Jadeamos y nuestras bocas comienzan a secarse. Repite mi nombre con insistencia y yo sólo quiero dormir dentro de sí. Beso su cuello, al tiempo de dejarnos caer lentamente al borde del sillón. Saco su blusa y busco su ombligo. Y llevo mis manos a su falda de mezclilla, mientras busca acomodarse en el costado del sillón.
No quiere acostarse y yo no quiero que lo haga. Entonces se inclina levemente hacia atrás. Y yo, de rodillas frente a ella, ahora enloquecido por el hipnótico aroma que emana de su interior. Su falda ya no existe y en poco tiempo más tampoco su calzón. Está desnuda frente a mí y la observo completamente. Con mis ojos ansiosos, deshaciéndose en ganas de tenerle. Inmediatamente tiene mi cabeza entre sus manos, esas que le conducirán hasta la fuente de su húmedo calor. Y yo lamo con fuerza y desenfreno. Abro un poco más sus piernas y me adentro en las profundidades de su feminidad. Su sabor se conjuga con mi saliva mientras gime melodiosamente. Casi perfora mi cabeza con sus dedos.
Su piel es la misma de hace años. Es hermosa, suave y delicada. Sus pies se posicionan en mis hombros. Ahora solo somos su vulva y yo. Equilibra su cuerpo al compás de sus deseos y yo llevo mis manos algo más abajo de su cintura. Por poco está en el aire y en el aire ella se siente. Y yo voy de su mano en este viaje.
Ya no aguanto más. Tomo su menudo cuerpo con violencia y le doy media vuelta. Mi mano le ordena bajar su espalda y exponer ante mi erguida existencia otro ángulo de su humanidad. Abro camino lentamente hasta llegar a su sexo. Mis manos se aferran a su cintura y ya estoy dentro. Sus manos aprietan el tapiz de ese cómplice sillón y no importa quién pueda escuchar. Deja salir maullidos de placer y compone melodías de amor y pasión entre mis respiros y jadeos.
Veinte mágicos minutos han pasado y no he podido separarme de su cuerpo. Mis manos se han mezclado con su cintura. Mis dedos confunden su piel con la suya. Arde su espalda y veo su rostro a través del reflejo en el ventanal. Sus ojos están inundados de placer. Casi sangra de tanto prensar sus labios. Me quiere así para siempre en su vida y, definitivamente, no pretendo contradecirla. De su vientre y sus senos caen gotas de sudor dorado. De sus labios, bajo su ombligo, emana viscosa juventud. Mis piernas se han vuelto un cúmulo de músculos apretados que irradian brillo por la expansión líquida de su cuerpo. Somos uno ahora. Ya no más dos que se miran, sino uno que se ama noche y día.
Se aparta, da la vuelta y me arroja. Mi espalda ahora reposa sobre líquido tibio que dibuja cielos en el sillón. No he podido cerrar mi boca y mis manos anhelan recibirla, las suyas se posan en mi pecho y poco a poco estoy dentro de su húmeda y placentera caverna nuevamente. Ahora ambos navegamos en ese sillón y hemos iniciado un cambio de rol. Me domina y estoy en ella. No parece la niña que una vez conocí. Es ahora una resuelta mujer que a cada segundo libera un poco más su excitante danza. Su piel destella en mis ojos y mis manos vuelven a su anhelada cintura, pero ahora para su movimiento acompañar…

Día cinco
Sin dejar que abra sus ojos y se despierte, suavemente mi nariz recorre gran parte de tu cuerpo. Identifico cada aroma de tu piel, cada matiz de finas partículas que enamoran mi vida a los latidos de la suya. Y la siento respirar fuerte y relajada. Cálida para mí, húmeda para mi cuerpo, excitada en sueños para mis sueños.
Y entonces poco aguanto tan cerca estar de sí que mi nariz se conjuga a mi boca para seguir el aroma y el sabor de su piel suave. En medio de la noche recorre ahora mi rostro y mis manos cada tejido que une su piel. Y me excita este candente paseo por su cuerpo dormido y su alma despierta. En mi cuerpo todo fluye y se llena de sangre y fuego. Mis manos tiemblan suaves a su contacto. Mi boca busca su cuello, mi olfato busca sus deseos. Mi pelvis aprieta su piel.
Sobre su cuerpo que deseado se siente llevo mis ojos arriba para ver su cándido despertar en medio de la oscuridad y el recorrido de mi piel. Mis manos ahora recorren su piel algo más debajo de su ombligo. Se meten en sus labios húmedos y afiebrados. Ellos se abren para mis dedos y un gemir profundo aparece de su boca acompañando la apertura de sus párpados. Sus ojos se clavan sobre los míos y mis dedos se clavan en su cuerpo cavernoso. Le aprieto más adentro para saber más de sí. Quiero explorar el fuego de su interior y ese jardín de flujo candente en el cual jadearé en lo que resta de esta noche. Y su gemido se vuelve un leve grito de placer y su cuerpo comienza a retorcerse queriendo saber más del mío.
Bajo mi cuello y busco sus pechos. Sus manos atrapan mi cabeza y me hunden a su cuerpo. Siento mi sudor mezclado al suyo y cómo ambos se transforman en un suave charco de caliente densidad por el cual nuestros cuerpos resbalan. De mi boca también emergen gemidos y profundas tomas de aire. Quiero comer cada recoveco de su piel, sus poros y sus vellos. Es para mí en ese momento y así mis manos y mis pies se lo hacen saber.
De frente estoy pegado en sus labios. Mi lengua roza un punto de su piel que le hace estremecer. En mi boca se vierte el jugo de su vida y deja mi aliento sabor a su cuerpo y su piel y sus deseos. Me quedo ahí como queriendo tragar su cuerpo partiendo de su entrepierna. Me hundo en ella para estar dentro. Me aprieto a ella y le oigo jadear fuerte y agudo. Me enamoro.
Me incorporo y tomo sus manos. Las llevo más arriba de su cabeza. Sobre ella estoy y junto a sus sueños viajo para verlos disfrutar y sentir que son parte de otra vida, de mí vida. Extendida está bajo mi cuerpo extendido. Sus piernas se abren señalándome que desea de mí. Nuestros rostros uno frente al otro. Mis ojos de susto y placer se clavan en los suyos. Mi boca tiembla, mis manos aprietan las suyas. Sus uñas se clavan en mi piel. Y no puedo despegar mis ojos de sus ojos.
La quiero para mí. Es mi deseo, mi sueño y el motivo de mi viaje. Jadeo. Me acomodo frente a ella. Y la penetro… por última vez…

Verano de 2013…

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