Aguardaba su vida
Aguardaba su salida. Debía verla.
Tal vez hablar con ella. Habían quedado para esa hora y en ese lugar, pero con
ella nunca se sabía. Podía no estar, podía irse, podía olvidar la cita o fingir
no recordarla.
Aguardaba su salida con algo de
ansia. Sus sentimientos chocaban. No sabía si hablar, preguntar o acosarla. De ella
quería saber. Siempre lo ha querido y ella nunca lo ha permitido. Siente que lo
seduce y luego lo bota. Siente que lo busca y luego lo abandona. Siente que lo
desea y luego nunca más piensa en él.
Harto está de esta situación. Le carga
una mujer vacilante y ambigua. Una niña que por hermosa lo utiliza para su ego
y su estima. Hace de él un objeto funcional. Hace de su encanto por ella un
juego de cabra chica. Siquiera un beso ha tenido. Menos su cuerpo y su corazón.
Solo esperanzas, siempre esperanzas… Esperanzas que desgastan, pero aun así no
logra abandonarla… No la odia por eso, pero le carga, le cae mal, le gusta, le
apasiona.
Al verla salir no pudo con sus
deseos. Simplemente se fue encima de ella. La tomó de sus manos, de su cuello y
la acorraló en una pared. No había luz, solo sombras. Pero su corazón iluminaba
un extraño momento. Un lapsus entre tierno, apasionado y violento.
Ella lo miró con asombro, pero
sin temor. Sabía que eso podía suceder. Nadie juega con fuego sin experimentar
consecuencias. Aun cuando no se queme habrá un calor que bronceará su piel. Ella
temblaba y su corazón parecía explotar. Le pidió no dañarla y él asintió. Susurró
en su oído que no debía temer, que nada le pasaría, que nunca la dañaría, pero que
no respondería por el deseo de poseerla y por todo el tiempo que ella lo
rechazó.
La miró fijo, apretó un poco más
su cuello. Se acercó a su piel, a sus ojos antecedidos de sus lentes, a sus
labios rojos. Olía cada trozo de su rostro mientras cerraba sus ojos. Sintió su
temor, su temblor, su pasión oculta e inhibida. Besó su mejilla, su cuello y
nuevamente habló a su oído…
¾ Te burlas de mí. Siempre lo has hecho. Actúas como pendeja desinteresada frente a un hombre que añora tu silueta y el color de tu piel…
¾ Te burlas de mí. Siempre lo has hecho. Actúas como pendeja desinteresada frente a un hombre que añora tu silueta y el color de tu piel…
¾ No…
¾ Silencio, no hables, nada tienes
que decir. Es hora de que escuches, de que oigas, que sepas lo que provocas
cuando solo provocas y nunca concretas…
¾ Pero…
¾ Tú me gustas, me prendes. Haría de
ti la mujer de mi vida, de mis viajes, de mi hogar. Quiero tu cintura, tu
espalda, tu cuerpo. Tu pelo al aire y tus ojos por las mañanas…
¾ Yo no pued…
¾ ¡Silencio! Soy yo quien habla ahora.
No caeré más en tus encantos sin consistencia, en tus cariños egoístas y en tus
juegos de diva urbana. Eres la mujer de mi vida. Y si no lo quieres probar, al
menos te vas a enterar de lo que tu vida me provoca…
No dijo nada más. Se movió
despacio entre sus mejillas, su cintura y su pelvis. Apretó su cuerpo al suyo y
sin mediar pregunta la besó. La besó con ternura, con penas y alegrías, con
fuerza y con la convicción de que nunca más la tendría tan cerca. Quiso entrar
en su cuerpo, en su vida, en su corazón… Luego la soltó y se fue sin decir
palabra.
Caminando y sin mirar atrás pensó
en sus labios rojos, en su piel blanca y en la felicidad que se escapaba ese
día…