El veintitrés

Hablé de mi padre. De sus similitudes con él. Fue confiable. Un relajo celebrable. Como cada vez que su rostro puedo ver.
Fui feliz con la compañía. Su compañía. Me declaro admirador de esa mujer. Esa loca mujer que persigue adrenalinas. Que las vive, las consume y las suelta. Mujer de fuego, mujer de sonrisas, mujer de paz.   
Necesitaba verla. Tenerla cerca. Hablar con ella.
Quisiera estar. Contar con su mirada bajo la libertar que ella despliega. Pero soy una intermitente ausencia que solo aguarda. Estoy en el mundo, mas no en el suyo. Ella al mío nunca ha dejado de pertenecer.
Es muy linda. Es hermosa. Y ahora otra mujer. Aun con más sonrisas que ayer.
Mujer de paz que conecta sonrisas en contextos de libertad. Mujer valiente que vuela y se aleja y emprende hacia donde dictan sus hormonas. Mujer de preguntas y pocas respuestas. De relaciones fallidas y solitario amanecer. Mujer cautiva de sus alas. Mujer que abriga de dorado su piel.
Su cuerpo entrena y sacude partículas en el espacio que habita. Deseable y esquiva. Una amiga inmensa. Una imagen eterna de estrellas que solo a veces se topan por las noches o por los días.
Su vida crece, se estira, se mueve, viaja. Monta olas y las domina. Va por las cosas que mueven sus tripas. Esas cosas que son de verdad. Como mi admiración por ella. Como los sentimientos que determina.
Cuánta alegría verla. Ojalá siempre estuviera, aunque sea solo un día.
El Sol brillará por donde ella transita…
Y las mareas no podrán sostener su calma…
Solo dicha para ella, su familia, todo lo que haga, todo lo que decida.   

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