Atravesando rachas

Explicación hay. Siempre la hay. Lo difícil ahora es reconocerlo. ¿Hacerlo público? Ni pensarlo. ¿Pensar en ello? Obvio, todo el rato.
Son días pésimos. Esos en los que, según Ariel Roth (Velódromo, 2010), debes esperar a que otro se lleve tu mala racha.
No parece haber nada peor que esperar. Sin embargo, ahora que lo pienso, es normal que suceda cuando todo pronto va acabar.

Terminar. Ese es el problema. Hacerlo de buena manera…

Y claro, como uno anda buscando, queriendo llegar o desarmando, asume que todo es parte del mismo proceso de transformación existencial. Necesario y total.
Sí, estoy incluyéndome en espacios oscuros y orillados. Recovecos que se tragan la moral como un agujero del espacio. No hay luz, pero hay vida. Y la hay en miles de formas que aspiran a respirar.
Sí, persigo corrientes y estruendos rocosos aspirando a salir de ellos. Aspiro a salir de mí, ya que hablamos de realidad. O mejor dicho, quiero caminar siempre como si no estuviera solo.
Sí, perdí una parte de un pie, casi una vida. Perdí aire y energías. Perdí personas y el brillo de ojos que nunca más he de encontrar. Perdí familia. Perdí a veces el equilibrio y la memoria.

Me niego a perder más... 

Por eso el Sol, por eso los calendarios distintos, por eso la luz en la cabeza, los hemisferios de esta y el cuerpo en pie de guerra. Por eso las veladas de música. Por eso el humo y la plegaria como puertas y toboganes. Por eso el aguante y la crítica al sistema. Por eso la Chakana, el horizonte y las mareas.

Me niego a deshonrar las risas y las penas… 

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