Piezas de una pieza

Me molesta. Tanto estudio y poco efecto práctico.
Me enorgullece, pero me estanca.
En un arrastre de nobleza subvalorada.
No podía ser de otra manera.
Nunca he estado entre los éxitos del sistema.
Después del trabajo, voy a la playa. Antes y después me dispongo a volar. Por la noche escribo. A veces viajo entre sábanas.
A los pies me acompaña un corazón de peluda existencia.
Una mirada de fieles garras.
No logro querer a mi madre. Tengo un medio hermano. No tengo una hermana. Tengo una nieta que crece junto a su madre.
Bellas auroras portadoras de sonrisas inquebrantables.
Son tan hermosas como mi gato. Tan brillantes como mi papá.
Tengo el perfil de un grito en el silencio. Una voz que viaja en ondas sin final. Que nunca han llegado a tierra. Nunca han rodeado una mesa de madera.
No tengo dolor, solo recuerdos.
No tengo imágenes. Tengo el aroma de los hechos.
A ella mentora tal vez la odié. Tal vez lo hice. Sí, la odié. Sí, no me logra caer bien. La amé, la busqué, le lloré. Pero ella me usó de bastón callejero.
Solo fui un apoyo pasajero.
Un trozo de madera resistente donde clavar una niñez infame y una maternidad displicente.
Para él, mentor, respeto y admiración es lo que siento. Es un humano hecho un tesoro. Lo más entero de una desmembrada generación. Un autodidacta artista de las letras, los números y el balón.
Un eterno viajero.
El desprendimiento de una noble vida en favor de un hijo regalón.

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