Cortadas

Sensibilidades heridas, desgarradas. Historia común y existencia ancestral. Todos luchando desde que pudieron despertar. Sensibilidades intactas que no existen, no se ven, nadie sabe dónde están. Sensibilidades por una tierra duradera, por vida plena, por la necesaria libertad de la tristeza.
¿Somos todos heridos? ¿Lo estamos? ¿Nada podemos hacer, sino vivir e intentar sanar? ¿Será que esa herida nos reúne, nos convoca? ¿Será esa desgarradura total la única forma de integrar?
Lo cierto es que de los heridos surge el reino del arte, el desdén de la creación y la conmoción de los actos. Quien más herido, más verdad incluye en el color de sus ojos y en el brillo que lo precede. Quien más herido, tal vez pueda mirar más allá. Allá por el horizonte. Y pensar en que algo llegue a pasar. Algo que lo afecte, que lo enternezca, que lo quiebre.
Asumo la herida humana. No por entender la sociedad, sino porque soy parte de esa herida urbana. Soy una pieza más de piel desgarrada por la infancia y el afecto abandonado de la soledad. Todo rostro así entonces, como el mío, refleja en sus ojos los hundimientos de la tristeza y en su sonrisa la búsqueda amarga o dulce de la felicidad.
Búsqueda gloriosa o búsqueda fatal. Búsqueda en sí misma, como le plazca a la naturaleza, como decida el destino de quien actuó en horas pasadas y días que estarán por llegar. Búsqueda sensible guiada en el calor intenso por esa misma sensibilidad. Una alegría pasajera que dibuja sonrisas verdaderas mientras una luz al final pretende cada vez estar más cerca. Aun sabiendo que no llegará jamás.
Herida caminante de la mano de los mortales. Transformaste etnias, tierras, personas y el planeta.
Mi salida aún no advierte la inmensidad de su lejana intermitencia…

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