Otoño, 2024 No siempre se camina solo. Medio en paz, medio perdido. Solo en serio, queriendo no estarlo, pero disfrutando feliz. Tras luces y ventanas, sombras y reflejos, un par de pasos agresivos. En las esquinas, una que otra mirada inquisitiva. Perros, basura, balizas. Qué calles más sucias --llego a pensar. Tampoco huelen bien. Y vuelve la belleza inexistente. Todo incompleto, roto, manchado, improvisado, impertinente. Se asume el desencanto. Se resiste. Una urbe, en algún momento, algún espacio, ha de tener sentido. Siempre habrá un extraterrestre que ilumine, que inyecte naturalidad. Respirar y caminar. Observar y dar pasos. Ser parte de algo, pero diferente. Las manos no salen de los bolsillos. La mirada es incierta, aunque gotea esperanza. De pronto, un salón en las calles. Más allá de un bar, anónima, una puerta de una casa. Una larga y oscura entrada. Como un túnel a la arena, al escenario. Un dj, dos bandas. Luces bajas, comida, colores. Una celebración significativa. Al
No suelo escribir de aquello que no sé. Y, la verdad, no sé mucho de poesía. De todos modos, esta vez lo hago en un marco informal, no por eso menos relevante, tal vez menos exigente, pero serio y valorable. Se trata, además, de un escritor local. Un poeta, un profesor, un hombre que anda en moto. Un tipo que parece inofensivo. Sus letras, no tanto. Esto va de lo que es real. De las preguntas sobre qué es real y qué es lo que existe. Lo Real (Editorial Sismo, 2023) es la segunda obra de Andrés Ibáñez (la primera fue Al menos había un desierto [Demo Libros, 2019]), creación en la que mezcla distintos géneros de escritura que constituyen en conjunto una obra atrevida y demandante que, al parecer, pretende otorgar voz a aquellos que no la tienen. A los que, de tan reales, puede que estén al margen del poder y las racionalidades. Es en serio , dice el primer texto, como advirtiendo la realidad de sus gritos, de sus ruegos, preguntándose cómo es posible la realidad en medio de siluetas tr
Cualquier día, hoy mismo, todo puede comenzar Creo distraerme con momentos trascendentes Medio que no me importan, a veces No me doy cuenta, la verdad No estoy atento Dejo pasar una serie de eventos y señales Pero a veces En días como ese Una noche, en realidad No es indiferente El vértigo, la sorpresa, el interés Parece que te remecen Las pocas veces que ha sido distinto Que he estado despierto Digo, espontáneo, conciente, directo He conectado con realidades mágicas y significativas No siempre simples, pero maravillosas Que han cambiado mi vida Al ver tu rostro tuve un instante de esos Un lapso, una ventana, a la vez un giro Las puertas a un mundo feliz Una especie de corriente que, de tan rápida, parece que se detiene Es como ser golpeado Atravesado por algo Impactado por una ola o un tren Y te esfuerzas para permanecer de pie Traté de ser discreto, natural Saludé y me preparé para la tormenta No te abordé porque tenías que cantar No quería cometer errores Era tu noche, además Y est
Apareció de improviso en las calles. En 21, un paseo peatonal donde nos reuníamos con los amigos. Era una mujer hermosa, con ojos grandes y una amplia sonrisa. Picardía camuflada con ternura. Tan bonita, tan simpática, tan atractiva. Claramente foránea. Estaba haciendo sus primeras apariciones en la ciudad y no pasó desapercibida. Su belleza novedosa llamó la atención de todos, incluida la mía. Aunque ella ya estaba saliendo con un papanatas. No tardó nada en encontrar compañía. La entendí y la perdoné en su momento, aunque ella no lo sabía. Con ese nivel de belleza, podía conquistar a cualquiera. La vi uno o dos días, no recuerdo bien, compartiendo con otras personas. No supe más de ella hasta el final del verano, cuando tuvimos que volver a la escuela. Empecé en un colegio nuevo. Cualquier cosa podía pasar. Mi papá eligió un colegio pequeño, para no tener problemas, dijo. Entré a tercero medio. Conocía a algunos compañeros. Dejé mis cosas en la sala y salí al patio. El tiempo pareció
La fiebre dio paso al repiqueteo del agua. Sonaba como gotera, como manguera abierta. Caía desde el techo al mueble de cocina. Escurría hasta el suelo. Parecía efecto especial. Es un departamento. Se filtró además en la pieza, por dentro del closet. Escurría hasta el suelo. La fiebre dio paso a la acción. Tigro se asustó, se escondió debajo de la cama. Era como si lloviera fuera del departamento. Mágico, surreal. El piso se mojó. Alerta. El agua llegó a los ascensores. Idas y vueltas. Algunos gritos. Muchos llamados. Personas corriendo. Arriesgando el cuerpo usando un llovido ascensor. El corte de luz. Luces de emergencia. Los ascensores dejan de funcionar. Desborde. Sin protocolo de emergencia. Treinta largos minutos de agua escurriendo desde la piscina al estacionamiento. Era como una intervención, algo como arte en espacios internos. El piso mojado. Toallas, papel, escoba, short y chalas. Botando agua, sacándola hacia fuera. Poniendo barricadas, tratando de orientar. Nada. El